Voces superpuestas en idiomas indescifrables. Onomatopeyas ordenadas como si fuesen agudos versos poético. Pulsos con apariencia electrónica levantados sin un solo enchufe. El mejor disco grabado este año por un músico chileno es, también, el más extraño. Su condición innovadora -este asombroso tejido sonoro obliga en varios momentos a afirmar la mandíbula- no le quita hermosura. Ay ay ay es un gran disco no por la innovación de su apuesta: ésta es música que sorprende pero que luego seduce, y que se queda en el auditor por efecto de su encanto, no por simple deslumbramiento.
Nacido en Santiago en 1973, Aguayo reside hoy en Buenos Aires luego de una infancia y adolescencia forjada en Alemania. Su aproximación a la música electrónica fue dándose con la misma vivacidad y rigor que en varios otros hijos de chilenos exiliados en ese país europeo, pero Aguayo ha enriquecido en los últimos años ese molde tecno central con experiencias de viajes, musicalización callejera y colaboraciones que impedirían hoy asociarlo puramente a la música de baile. Ay ay ay es el disco de un ex DJ que hoy elige trabajar de un modo más orgánico, y en cuyo interés por la experimentación con el loopeo y otros efectos de voces encontró en el productor Vicente Sanfuentes al compañero ideal.
Original Hamster sostuvo muchas de sus presentaciones con imaginativos juegos sobre el micrófono. También la experimentación a capella ha nutrido los discos de artistas recientes, como la francesa Camille o la argentina Juana Molina. Pero el efecto en el trabajo de Aguayo es aún más envolvente: por la diversidad de pulsos, por la ductilidad de esos timbres (articulados en palabras, susurros, gemidos o lo que venga) y por la cita a sonidos rápidamente asociables a la música andina ("Juanita") o africana ("Koro koro"). Así de peculiar. El single "Rollerskate" es un tema de capas envolventes pero no por eso atiborrado: la frescura que exuda (femenina, casi) es parte del misterio de un disco que engaña al oído, bypasea la cabeza, y se va directamente al corazón y la parte baja del estómago para producirnos un placentero mareo como hace tiempo no sentíamos.
—Marisol García