El nuevo trío de Chick Corea, con el histórico contrabajista Eddie Gómez y el baterista Antonio Sánchez, giró en torno a la figura de Bill Evans.
Fénix
No se pueden omitir los pormenores en el entorno de un concierto que está lleno de contenido musical como el de Chick Corea antenoche. Es tal su popularidad en este país que por momentos pareció que éramos trasportados al viejo Estadio Chile en el año 1989: también aquí hubo ansiosas multitudes en los ingresos, también se disputaron las ubicaciones los fanáticos y también le dedicaron a Corea adjetivos favorables a viva voz desde las galerías. El pianista sólo entendió bien cuando alguien le gritó “¡master!”.
Pero fue un triunfo musical para Corea más allá del entusiasmo de sus adherentes con la muestra de ese peso que tiene el piano trío en el jazz.
Con dinámicos enlaces entre los componentes del conjunto (Eddie Gómez y Antonio Sánchez), introducciones abstractas y desarrollos legibles, describió un concierto en torno a la figura de Bill Evans, por cierto el máximo referente del trío tridimensional. Y si bien fue Corea el punto de atención, esta música también permitió acreditar la jerarquía del contrabajista Eddie Gómez, su belleza de sonido, prestancia y swing.
“All blues” de Miles Davis, “Very early” de Bill Evans, “Desafinado” de Tom Jobim o “Sweet William” de Gómez fueron marcando los hitos hasta alcanzar el climax con la famosa “Spain”, del propio Corea, que unas tres mil personas terminaron coreando como si nuevamente estuviéramos en otro tiempo, cuando el jazz no era ni serio ni de elite: Simplemente música popular.