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Con los ojos en la calle

20 de Agosto de 2010 | 16:56 |
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Será casual o no, pero suena muy bien que haya un eco de Los Blue Splendor en las primeras armonías del nuevo disco de Congreso. El comienzo de "Verano sin amor", éxito de esa orquesta de Valparaíso, se parece al comienzo de "Con los ojos en la calle", nueva canción del grupo nacido en Quilpué hace 45 años. Puede ser historia, herencia, identidad porteña por supuesto, pero es claro que el décimo octavo disco de Congreso da para pensar en asuntos de largo alcance, como es de largo alcance la propia carrera del grupo. Ese logo de "nueva música latinoamericana" que han tenido desde sus inicios está ratificado en esta música, que es la continuación del recorrido y el gesto de seguir fusionando fieles a esa historia.

La misma canción "Con los ojos en la calle" es una muestra de fusión funk latinoamericana, desde los acordes del piano de Sebastián Almarza hasta el sabor carioca de la voz del cantante brasileño Lenine, uno de los invitados al disco. Congreso se interna luego en una de sus reconocibles melodías evocadoras en "Quién detiene este amor", y arma una minuciosa base instrumental en "Mapocho" que da paso a una especie de marcha o fanfarría como salida del barrio de La Chimba hace dos siglos. "Y sus ojos no me dejan de mirar" es otra de las historias que escribe el cantante Pancho Sazo y es al mismo tiempo la canción popular como la entiende Congreso, con percusión latina y un bajo de cumbia pero también con pinceladas de piano y saxo disonantes. Del piano profundo de "Rosa" el grupo pasa al piano funky y eléctrico de "Mundo al revés", que no podía sino ser funk si el invitado ahora es el brasileño Ed Motta, que queda aquí fusionado con Gato Alquinta y con Nicanor Parra por obra de la letra de Sazo.

Una composición instrumental de largo aliento y más personajes salidos de la narrativa del cantante son otras estaciones de Con los ojos en la calle. Y clarificador como pocos se oye el "Landó del ángel". Es un landó, ritmo afroperuano, es decir latinoamericano, pero en un compás asimétrico, de cinco tiempos en vez de seis, y con un primer acorde de piano disparado en cualquier armonía, como un manchón sobre la partitura, combinado con una letra integradora, capaz de cerrar en "Viva el Perú, viva el landó". O sea, esto es fusión latinoamericana por definición, en la que cada instrumento es una relojería al servicio de una relojería mayor, y donde cada canción es un pequeño continente. Y cada integrante también. Congreso es persistencia y oficio a prueba de cualquier control de calidad: es una fortuna que la música chilena tenga a este grupo.

—David Ponce

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