Aprendiendo a colorear

Han pasado tres años desde la última ocasión en que Jorge Drexler presentó canciones inéditas en Santiago, y el artista uruguayo ganador del Oscar no es exactamente el mismo.

Por supuesto, persiste en la delicadeza inherente a su música ligada a la poesía y las observaciones sencillas -dos de sus coordenadas más inmediatas-, pero ha aprendido a colorear su número, a enriquecerlo con ritmos y arreglos arrulladores, profundamente orgánicos, y a la vez algo distantes de las intervenciones electrónicas que antes formaban parte de su arsenal en vivo, certificándolo con un toque de vanguardia entre los cantautores en español.

Anoche, en la primera de dos citas prácticamente agotadas en el teatro Caupolicán que culminan hoy, Drexler estrenó Amar la trama (2010), su último disco, grabado en directo en pocos días frente a un puñado de fanáticos, ahora engalanado con cuatro flamantes nominaciones al Grammy latino.

Drexler no hace demasiado por centrar la atención en sí, sino que actúa generosamente con su banda plagada de bronces y percusiones, todos músicos duchos y compenetrados con la idea de trabajar en función de la canción y el ambiente requerido, lejos de atisbos exhibicionistas.

Más de la mitad del disco Amar la trama fue puesto en vivo. El público, desde el principio compenetrado con el artista, no llegó a conocer las canciones, sino a corearlas y actuar como cómplices del charrúa. La audiencia del Caupolicán cantó entusiasmada nuevos cortes como "Todos a sus puestos", "Tres mil millones de latidos" y "La nieve en la bola de nieve".

Tras su ausencia, Jorge Drexler reitera sus esfuerzos por ampliar los márgenes de la canción de autor. Aunque podría estirar como muchos la cuerda de los atributos físicos y su facilidad para los discursos, el artista uruguayo intenta progresar en un estilo donde el conformismo y la fórmula es regla.