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Philip Glass llega a Chile con bajo perfil: "Soy sólo el tercer tecladista"

El compositor considerado uno de los más influyentes del Siglo XX se presenta este fin de semana junto a su ensamble, aunque el domingo será protagonista con un recital en piano solo.

05 de Octubre de 2010 | 17:28 | Por Felipe Vásquez N., Emol
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Philip Glass ofrecerá además otras dos funciones privadas organizadas por la Institución Internacional SEK.

Patricio Ulloa, El Mercurio

SANTIAGO.- Concentrar el vasto trabajo del compositor estadounidense Philip Glass en tres veladas es una misión imposible, pero el propio músico se ha planteado el desafío de hacerlo este fin de semana en Chile, con una serie de tres conciertos que intentan repasar 40 años de trayectoria.

Glass debió estar en el país hace seis meses atrás, pero el terremoto obligó a suspender las funciones inicialmente programadas para abril. El músico no sólo está al tanto de lo ocurrido en febrero, sino que se ha informado sobre la situación de los trabajadores atrapados en la mina San José. "Deberían estar orgullosos de ellos", manifiesta.

No han sido necesariamente décadas de aplausos y sólo éxitos, ya que este compositor, considerado por muchos como uno de los más influyentes del siglo XX, también cosechó un buen número de detractores en los primeros años de su carrera, en los que combinaba el lápiz y papel para componer en la noche, con los trabajos diurnos que debía tomar para sobrevivir, los que incluían gasfitería y manejar un taxi.

Glass recuerda aquel período con respeto, ya que cuenta que "escribir música es algo muy solitario" y el contacto con otra gente le hacía bien. "Además me gustaban esos trabajos", bromea en la conferencia de prensa que concedió antes de sus cinco presentaciones en Chile, dos de las cuales son de carácter privado.

Si bien recién desde los 40 años comenzó a poder vivir de la música que escribía, en su etapa universitaria no perdió el tiempo. "Me hice una pregunta muy simple: ¿quién escucharía mi música? Estaba en Juilliard, en Nueva York, que no tenía departamento de teatro, pero habían compañías alrededor", recuerda. Así es como se acercó a algunas para ofrecer sus composiciones para danza y teatro. "No me pagaban mucho. Incluso perdía dinero, porque tenía que costear la grabación", agrega.

Tomó tiempo a Glass para convertirse en la leyenda viva que hoy se presenta en los principales escenarios del mundo junto a su ensamble, un grupo de músicos que lo ha acompañado desde hace 40 años y que él define como "de muy alto nivel", tal como el repertorio que presentará el viernes y el sábado en el Municipal. El domingo estará reservado para algo más íntimo: él y el piano sin otros músicos a su alrededor.

Cuando está junto a la agrupación, Glass es modesto y sabe que el foco no debe caer sobre él. "De hecho soy sólo el tercer tecladista. No practico mucho, prefiero dedicar mis horas de práctica para el piano", explica con un tono de humildad que marca todas sus declaraciones.

Los cuatro elementos

A los 73 años, Glass continúa siendo un nombre requerido por todos, desde grandes casas musicales que le comisionan trabajos específicos a toda escala (óperas, conciertos o suites), hasta directores de cine que quieren que sus películas tengan aquel sonido que sólo él puede dar, y que ha quedado impregnado en cintas como "The Truman Show", "Kundun", "Koyaanisqatsi", "The Fog of War" y "Notes of a Scandal", entre muchas otras. Como un extranjero en el mundo del cine, de todas formas ha sido nominado tres veces al Oscar.

Su obra es tan amplia que a veces pierde la noción, como es el caso de sus óperas. "No puedo contarlas, es como olvidar el nombre de un hijo. Especialmente cuando tienes una familia de 23 hijos. Creo que he escrito esa cantidad de óperas", afirma. El terreno lírico es uno de los que ha encantado y su obra "Einstein on the Beach" probablemente fue la que hizo que su nombre surgiera a la superficie.

"Hay canto, hay texto, hay imágenes e interpretación. Es como la tierra, aire, fuego y agua. Texto, movimiento, imagen y música (...) Cuando estoy trabajando en una ópera, estoy con todos esos elementos", explica.

En su análisis actual, da cuenta de cómo la música evoluciona más lentamente que otras artes. "En la pintura cada 20 años tienes una nueva generación", comenta. Por esa razón mira con ojos curiosos lo que ocurre con los compositores jóvenes que ocuparán las salas de concierto en los años a venir.

"Ellos no ven la historia de la música como un desarrollo lineal", manifiesta Glass, afirmando que son capaces de abrazar el jazz, la música popular o abrirse a la World Music (o "música global", como también le gusta referirse a ella), algo que en sus años de universidad no ocurría en sus aulas. También destaca el uso de computadores, algo a lo que él no se ha adentrado, pero que le repercute ya que incluso el papel para las partituras que escribe se ha hecho escaso ("Tengo que pedirlo a Los Angeles").

Pese a tener esa inquietud por un horizonte amplio de géneros, el "hacer de todo" del que se siente orgulloso, nunca ha tomado la opción de convertirse en profesor. "Me convertí en un interprete para tocar frente a gente y no frente a estudiantes", explica Glass, cuya figura relevante dentro de la escena musical contrasta con su personalidad muy lejana a la de una estrella. Más bien, un extraordinario hombre común.

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