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See my friends

26 de Noviembre de 2010 | 15:33 |

Ya estaba bueno. Mientras los Beatles y los Stones viven en estado de homenaje permanente, los Kinks son habitualmente ignorados. Incluso por las mismas bandas que recibieron su influencia. Se sabe, claro, que "You really got me" (1964) llevó la distorsión y fiereza del garage a un nuevo nivel (Los Saicos, supuestamente los inventores peruanos del punk grabarían "Demolición" recién un año después). También se sabe que como letrista Ray Davies fue el más aventajado de su generación. Incluso se valora su propuesta nostálgica e irónica por la vieja Inglaterra y más tarde por "America". Sin embargo el cancionero de los Kinks sigue siendo patrimonio de los mismos aficionados de siempre.

See my friends podría ser un ajuste de cuentas con el induscutido director artístico de los Kinks. Un disco de duetos que debió haberse hecho hacía tiempo. Da lo mismo que Metallica se guíe por el mediocre cover de Van Halen de "You really got me". Tampoco que Bruce Springsteen a ratos cante como Meat Loaf o que Bon Jovi quiera quedarse con el protagonismo. Menos, que los suecos de Mando Diao estén más pendientes de sonar cool y no country-rock como el "Victoria" original. Lo importante es que al fin públicamente una generación transversal de bandas le presente sus respetos a Davies.

El líder de los Kinks se escucha emocionado pero a la vez canchero. No le importa competir con voces prodigiosas como la de Springsteen o vérselas con la realeza del canon indie como Black Francis de los Pixies en "This I where i belong". Él sabe que ésta es una revancha. Y que las bandas y artistas están más nerviosas homenajeándolo. Tipos con fama de complicados como Billy Corgan acá no tienen más remedio que rendirse. Pero lo más estremecedor -aparte de Jackson Browne cantando "Waterloo sunset"- es escuchar al recientemente fallecido Alex Chilton haciendo "Till the end of the day". Ese tipo de canciones de los Kinks de riff asesino que van al hueso y que su histórica banda Big Star cubriría. Ambos grupos son los desastres más maravillosos e injustamente subvaloradas por la odiosa historia oficial del rock. Y Ray Davies, autor entrañable como pocos, sí que se merece un homenaje como Dios manda.

—JC Ramírez Figueroa

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