No es un reencuentro porque nunca se ha ido. Las canciones de Jorge González permanecen.
Harold CastilloHay algo de paradójico en cada presentación de Jorge González en Chile. Aunque en lo formal se pueda hablar de reencuentro, y aunque la ansiedad generada evidencie que se está frente a uno, el término no deja de resultar algo incómodo y fuera de lugar.
Porque es difícil usar la etiqueta del reencuentro cuando se trata de canciones que nunca se han ido, y que pese a sus 26 años de vida discográfica no dejan de sonar frescas, vigentes y pertinentes. Eso es lo que sucede con los temas de La voz de los 80, el disco que González grabó con Los Prisioneros en 1984, y que esta noche recreó ante cerca de dos mil personas en el Teatro Caupolicán (habilitado sólo en su parte inferior).
Pero a diferencia de temporadas anteriores, y tal como ya había mostrado en El Abrazo, esta vez el músico no se paró en el escenario solo con su guitarra, sino respaldado por un trío que integraban Gonzalo Yáñez (guitarra), Pedropiedra (batería) y Jorge del Campo (bajo).
Prácticamente sin innovaciones (salvo la guitarra más distorsionada de Yáñez en relación con la de Narea), la formación de todos modos logró dotar aun de más frescura a los temas originales, que fueron interpretados en el mismo orden con que se editaron en 1984.
Así, la primera parte comenzó con "La voz de los 80" (tras los dardos de rigor a la prensa y a la clase gobernante del país) y culminó con "Nunca quedas mal con nadie", en un recorrido en el que González —micrófono en mano— mostró sus mejores dotes como frontman y la condición intacta de su técnica vocal innata (un registro amplio que, pese a su falta de educación, nunca destiñe).
Entre medio, las críticas de aderezo, que entre otros tuvieron como destinatarios a Sebastián Piñera (nuevamente la frase "si robas en la calle vas a la cárcel, pero si robas en serio te hacen presidente"), y a Miguel Tapia y Claudio Narea ("ellos están acá no porque piensen que se van a asegurar su vejez con la reunión de Los Prisioneros", dijo sobre su actual banda de acompañamiento, en clara alusión a sus ex compañeros).
Para la segunda parte, González volvió a evidenciar su poder simbólico y el enorme tamaño de las raíces que crecen bajo sus canciones. Nuevamente solo con su guitarra, el músico desenfundó temas como "Tren al sur", "Necesito poder respirar" (con estrofas de "Creep", de Radiohead) y "El baile de los que sobran", en versiones que tuvieron al arrollador coro del público como uno de sus elementos centrales.
Cerca de 90 minutos después de salir a escena, el ex Prisionero se despidió con "Por qué no se van", en la que los apellidos González y Tapia son reemplazados por "González ni Ríos". Podría parecer una travesura más en quien gusta de bromear a través de sutiles cambios en los versos de sus temas, pero esta vez el retoque tiene legitimidad. En 2011, a 26 años del disco recreado y habiendo circulado la suficiente agua bajo su puente y el de Los Prisioneros, Jorge González Ríos volvió a dejar en claro el carácter institucional de su nombre, y que hay una parte de la historia musical —aunque muchos sigan en desacuerdo— que sólo a él le pertenece.