Está escrito que Band of Joy es el nombre de una de las primeras bandas en las que actuó un juvenil cantante inglés llamado Robert Plant a mediados de los años '60. Y mucho más que escrito es sabido que a partir de 1968 Plant se hizo famoso a escala mundial al frente de Led Zeppelin. Pero décadas y reencarnaciones más tarde, en 2010 fue un guiño a esa escuela temprana la que el hombre quiso hacer a sus 62 años, y Band of Joy es la banda que rearmó para grabar su más reciente disco.
Hace tiempo que ya no es el rock pesado y con acentos bluseros que en parte definió el sonido de Led Zeppelin. Plant acude en este repertorio incluso a dos canciones del folclor tradicional ("Cindy, I'll marry you someday" y "Satan, your kingdom must come down", se llaman). Y toma en su madurez la opción por sonidos también más añejos como mucho folk de mandolina y banjo, que también estaba en los libros zepelinescos, sumado aquí a country declarado en canciones como "Falling in love again", mientras en otra llamada "The only sound that matters" se aproxima a Arosmith, y más específicamente a Steven Tyler, un experto en envejecer sin dejar de ser cool sino al contrario.
Porque si el efecto buscado era remontarse a la juventud, el recurso funciona bien aquí. En el noveno disco de su carrera personal llama la atención lo bien mantenido de la voz de Plant a medida que avanzan las canciones. En la balada "Silver rider" ya suena rejuvenecida, y a poco andar en una canción rocanrolera titulada "You can't buy my love" se oye más joven todavía, escoltado además por frecuentes voces de mujer en dúos y coros, modalidad que ya mostró en sus años de dupla con la cantante Alison Krauss entre 2007 y 2008. Robert Plant va a su pasado, y si a primera vista parece rejuvenecer, el efecto final es que también logra reinventarse a partir de esa base.