VIÑA DEL MAR.- Las religiones están en crisis en estos tiempos que corren, cuando cada vez cuesta más mantener a los fieles entusiasmados y observantes. Y tras la ceremonia de esta noche, pareciera que la iglesia de Marco Antonio Solís tampoco ha logrado escapar a ello.
Nadie podría decir que las devotas damitas hoy no llegaron en masa a repletar la Quinta Vergara, pero la liturgia de esta vez estuvo lejos de repetir la intensidad de las jornadas de 2005 y 2008, cuando Solís estampó entre los recuerdos inolvidables de Viña del Mar su iluminada imagen de profeta —y que es, a fin de cuentas, lo que más atrae de él en un escenario como éste—.
El ciclo no podía continuar de otro modo. Mal que mal, ¿habrá alguno, entre los más populares artistas de la música romántica latinoamericana, que acumule más visitas que el mexicano en los últimos seis años?
El dato se vuelve relevante cuando lo que ocurre en escena es básicamente lo mismo de esas ocasiones anteriores: Con sus defectos y virtudes, el Buki regresó con su show de siempre. Con sus éxitos, su orquesta, bailarinas y discurso.
Es un espectáculo de calidad, qué duda cabe, y su estupenda orquesta es la prueba más elocuente, con sus 12 cuerdas dando cuerpo y alma a los temas.
Entre ellos, "O me voy o te vas", "Mi eterno amor secreto" y "Si no te hubieras ido" encontraron los mayores respuestas del público, mientras que "Dime dónde y cuándo" y "La venia bendita" permitieron reflotar las otras esferas de Solís. El primero (un corrido de tintes tropicales), con el mexicano divirtiéndose en las timbaletas; el segundo, resucitando el sonido de ranchera que sólo aparece a cuentagotas en un repertorio básicamente romántico.
Pero como dijimos, para las damitas esto es una religión, y aunque el entusiasmo decaiga con la recurrencia, a misa hay que ir todos los domingos —por mucho que se conozca el libreto— y cumplir con el ritual.
Eso, y el fantasma de Américo que aún anda dando vueltas por aquí, llevó a que el primer trofeo se entregara en exactos 40 minutos de show, y que el segundo apareciera 15 minutos más tarde. Claro que con amplio vuelo de los animadores, que tradujeron como "antorcha" y "gaviota" lo que en rigor era un bullicio.
Pero qué tanto. Historias como la de Solís en la Quinta Vergara están escritas de antemano, y en su día y hora no hay más que ponerles la firma. El mexicano cumplió con lo suyo, y tres trofeos más en su estantería quedarán de todos modos como prueba de ello.