Muchas veces el arte de los discos resumen lo que contienen. Con el compositor y multintrumentista iquiqueño Rafael Ríoz sucede eso. Lo vemos en una carretera, sentado sobre una pila de maletas de colores y ante un cielo que amenaza nublarse. Y Viajes, sueños y destinos es precisamente eso: el principio del viaje hacia el estilo propio.
Recursos tiene. Desde la lucidez política de "Aquí se habla" hasta el romanticismo de "No sé como explicarte". Pero también es capaz de jugar con los códigos de la canción pop latina (batería programada, tempos pausados, protagonismo de la voz) y meterle quebres de batería o solos de guitarra eléctrica virtuosa ("La tierra del nunca jamás", "Te invito a mi nube").
Los referentes de Ríoz están entre Juanes, Alejandro Sanz y Sin Bandera. Sin embargo, hay muchas razones -desde el look afro hasta el buen gusto para los arreglos- que deberían hacerlo inclinarse hacia lo primero. El territorio del pop-rock le permite más libertad de movimiento que si se ancla en la balada romántica tradicional. Y acá queda claro que el compositor tiene una visión alejada del autoritarismo del baladista clásico. Por ejemplo, permitiendo las guitarras o los bajos se luzcan en pasajes instrumentales. En síntesis, Viajes, sueños y destinos es un muestrario de los recursos y capacidades de su autor. Lo importante es ver qué hace con aquello. Si se convierte en baladista, estupendo. Pero algo indica que él puede ir mucho más allá.
—JC Ramírez Figueroa