''El ojo del sol'' demoró dos años en poder estrenarse en su propio país.
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EL CAIRO.- Los cineastas de Egipto han padecido la censura, la arbitrariedad y la persecución oficial durante décadas. Desde la revolución que tuvo su centro en la plaza de Tahrir, esperan poder trabajar pronto en mejores condiciones. Sin embargo, la transición no ha llegado a su fin en el país.
"La censura ha matado la creatividad", dice el director egipcio Tamer el Said en entrevista con dpa. "Por el momento sería prematuro dar rienda suelta a visiones nuevas y entender qué es lo que pasó", reflexiona.
El Said organiza desde hace días junto con otros colegas reuniones de protesta en el sindicato del cine, con el objetivo de lograr un cambio de la conducción y una democratización de la organización. "Es una resistencia simbólica, pero contamos con el respaldo de por lo menos 1.500 directores, productores, actores, guionistas y camarógrafos de todo el país".
Tamer el Said, de 38 años, pertenecía a los círculos opositores que se resistían a las medidas impuestas durante la presidencia de Hosni Mubarak. Había finalizado los trabajos de su última producción poco antes del levantamiento popular. Ahora, su drama "In the Last Days of the City" se convertirá inesperadamente en todo un documento de los últimos días del antiguo régimen.
Pero Egipto también tuvo una floreciente industria cinematográfica durante la era Mubarak. "Somos el Hollywood del mundo árabe", cuenta el especialista en medios Alaa Karkouti, de El Cairo.
"Ningún otro país tiene una infraestructura tan avanzada a nivel de producción y distribución como nosotros", comenta, al tiempo que hace la salvedad de que aproximadamente un 35% de las películas producidas son un mero entretenimiento, destinado sobre todo al consumo en los emiratos árabes, que cuentan con amplios fondos.
Hasta ahora, todo cineasta egipcio debía presentar su guión a las autoridades censoras antes de dar inicio a un proyecto. Además, era necesario contar con bastante dinero para obtener el permiso general emitido por el sindicato. Sin estos dos requisitos era imposible lograr la autorización correspondiente de la policía.
Finalmente, había que solicitar un permiso especial para cada miembro del equipo de filmación y, después de haber pasado por todo este proceso, tampoco se podía saber con certeza si los censores permitirían que la película fuese exhibida.
Según una especialista alemana, en los últimos cuatro, cinco años se ha podido notar un cambio y una postura de protesta en contra de este procedimiento. "Muchos cineastas empezaron a ignorar las disposiciones", comenta Irit Neidhardt, que se encargó de preparar producciones que dieran cuenta de la nueva situación para la Berlinale.
Las reglas vigentes hicieron, por ejemplo, que al director Ibrahim el Batut le llevara dos años contar con el visto bueno del ente de censura para su película "El ojo del sol" ("The Eye of The Sun").
"Poder mostrar la película en Egipto es un milagro", dijo El Batut, que cuenta en su film la historia de una niña de los barrios pobres de El Cairo que tiene una enfermedad terminal y, por última vez en la vida, quiere ir a lo que se supone que es la parte bella de la ciudad.
En "Microphone", el director Ahmad Abdalla acompaña a un egipcio que pasó un largo tiempo en el extranjero y al regresar a Alejandría descubre el nuevo mundo de sus calles y su hip hop. Y Tamer el Said, en su corto "On a Monday", muestra una pareja cualquiera en un día nada común.
En Túnez también son las historias de la gente común lo que despierta el mayor interés de los directores independientes, pero precisamente esas historias de la vida real son las que más dificultades tienen.
En Túnez, la entidad estatal de fomento de la producción reparte los recursos siguiendo sus propios criterios acerca de cuáles son los guiones permitidos.
"Las mujeres oprimidas y los temas de exotismo oriental suelen gustar", comenta la especialista Sarah Mersch desde Túnez.
Pero en Túnez no son muchos los que se dedican a esta actividad. Existen algunos directores célebres que también son reconocidos en los festivales internacionales. Tal es el caso de Mufida Tlati ("Silence of the Palace") y de Raja Amari ("Les Secrets").
Sin embargo, no cuentan realmente con infraestructura para sus producciones. Mucho peor son las circunstancias en Libia. "Tienen una revista de cine que sale cuatro veces al año, pero nada más. La dictadura hizo todo para que la gente no se comunicara", comenta el analista Karkuti.