El pómulo se transforma en pómula, el pulmón en pulmona, el corazón en corazona, el esófago en esófaga y los brazos en brazas abiertas en la primera de estas melodías, que no por nada se llama "Estómaga" y es un manual para aprender de nuevo las partes de la cuerpa humana. La lección de anatomía del profesor particular Javier Barría está dictada sobre la canción más adictiva del disco, y es la primera de muchas cosas que se transforman en otras en la nueva entrega de este cantante y compositor chileno, un hombre que en su discografía compulsiva ya suma quince títulos desde su debut en 2001 hasta El diminutivo del frío (2010).
La música también está en constante movimiento. Pero no es la obviedad de hacer cada canción en un "estilo" ni de armarlas con muchas partes distintas; es más sutil y esencial que eso al mismo tiempo. Pocos compositores de este tiempo en Chile tratan tan bien a las armonías como un recurso para dar movimiento interno a la música. Dos veces en este disco Javier Barría regala ese efecto que es proponer la canción con unos acordes iniciales de guitarras o teclados y luego modificar ese inicio con la línea de un bajo: es lo que pasa en "Parte del circo" y en "Ruinas". Y está la especialidad de la casa Barría, las modulaciones, esos cambios de armonía inesperados que transforman cada canción en un breve camino con curvas. En casi todo El diminutivo del frío está ese recurso bien administrado.
En cuanto al sonido, esta vez el cantante refuerza su gusto ya conocido por cierto pop de los '80, época del primer descubrimiento del tecnopop "moderno" de sintetizadores, baterías programadas o claps a manos de argentinos como Charly García, Daniel Melero o hasta Pedro Aznar. Así se escucha en los detalles sonoros de la canción "El pájaro y el nido", con la bonita voz de una cantante invitada llamada Fabiola Miño, y otra titulada "Peces en el asfalto" parece una cita al LP Clics modernos (1983) en sus momentos más "down", como decía el propio Charly García en jerga ochentera. Pero tampoco hay una sola dirección. Todas muy bien arregladas, entre estas composiciones se oyen desde guitarras acústicas hasta los timbres de batería y piano de la balada emotiva "Historia de terror" que remiten al John Lennon solista más pausado, por ejemplo. Y Barría sigue jugando con palabras en un invento como "Estábamos Unidos de América", título de una canción que sin embargo dice "Estábamos unidos y nos duele / dentro del África". O el mismo nombre del disco, una invitación para que el usuario se pregunte de hecho cómo se dice frío en diminutivo. Hay más de una posibilidad en la respuesta, tal como en la música de este autor de canciones cada vez más personal.
—David Ponce