Un asunto bajo control

Siempre ha zigzagueado entre la calidez de su voz, tono sugerente y peculiar al arrullo del soul, con una veta electrónica tan elegante como fría, todo enmarcado en un pop de sofisticada factura donde el nervio queda supeditado a la perfección técnica. Seal, la estrella británica que anoche volvió al Movistar Arena después de tres años (y cuyas enigmáticas cicatrices en el rostro no tienen nada que ver con ritos tribales sino secuelas del lupus), cruza por una fase donde su número en vivo combina ambas esquinas de la mejor manera posible. El resultado fue mucho más cálido que su debut en Santiago, cuando promocionaba System (2007), un anodino disco bailable que parecía material desechado por Madonna.

Desde entonces, Seal grabó un álbum de versiones de clásicos R&B -titulado Soul (2008)- y nuevas canciones originales -Commitment (2010)-, ambos trabajos producidos por David Foster, el megaproductor tras Céline Dion y Michael Bublé, entre decenas de estrellas. Ante cuatro mil personas, resguardado por una banda con una llamativa sección femenina de bronces (parecían elegidas por su esposa, la súper modelo Heidi Klum), Seal partió por su costado más dance con temas nuevos como "If I'm any closer" y el clásico "Killer", el notable single de 1990 que lo dio a conocer maridando sintetizadores, beats y rock.

Retomó el repaso de "Comitment" con la rítmica "Weight of my mistakes", para luego atacar con una seguidilla de covers que supo hacer suyos como "It's a man's man's man's world" de James Brown, "Here I am (come on and take me)" de Al Green, y "Knock on Wood" de Eddie Floyd. Después siguieron más éxitos propios -"Praying for the dying", "Crazy", "Kiss from a rose"-, para redondear una cita donde Seal cumplió fiel a su lugar de privilegio en un tipo de pop que no descuida detalle.