Barrales asegura que en sus obras ambientadas en la marginalidad, planteaba ''críticas políticas que siguen estando aquí''. La mirada ahora se centra en el mundo del poder.
El MercurioSANTIAGO.- Año 1603. Shakespeare se encuentra en plena etapa de ensayos de una obra encargada por la reina Isabel I, titulada "La tragedia de Macbeth", hasta que una enfermedad se lleva la vida de la monarca. En el trono asume Jacobo I, a quien el célebre dramaturgo inglés muestra el trabajo desarrollado, sin embargo, el nuevo rey no está de acuerdo con lo que ve y exige reescribir la obra. Después de varias negaciones, Shakespeare accede a la petición real, estrena el "Macbeth" que hoy conocemos, pero toma un resguardo: No se deshace del original y lo conserva.
Esa historia, una de las tantas creencias no confirmadas en torno al más célebre autor inglés, es el punto de partida que escogió Luis Barrales para dar vida a su nueva obra, en la que el dramaturgo chileno más aplaudido de las últimas temporadas se da un lujo que pocos se permitirían: Se pregunta qué había en ese supuesto "Macbeth" original y lo reescribe. Así surge "Shakespeare falsificado", el montaje que esta tarde se estrena en Matucana 100, y que Barrales también dirige.
"Habría algo que al rey le molestó y que estaría relacionado con un personaje que se llama Banquo, que correspondería a su linaje real. Nosotros nos agarramos de eso, exageramos, y decimos que todo es falso, que el 'Macbeth' real nunca fue estrenado. Si Jacobo lo censuró, por qué lo hizo. Radicalizamos posturas, y hacemos ese juego. Puede que Macbeth no haya sido un tirano, un dictador; que no haya tomado el poder por ambición, sino por justicia; quizás Duncan (rey derrocado) era el dictador; tal vez Lady Macbeth no instó a su marido a matar al rey por deseo de poder, sino porque solidarizaba con el pueblo que sufría. Así hacemos ese juego especulativo y hacemos esta versión", cuenta Barrales.
El montaje no sólo resalta por la audacia del autor, sino también porque distancia a éste de la estética con que más se le asoció en el último tiempo, la marginalidad, gracias a obras como "Uñas sucias", "Niñas araña" y "H.P. (Hans Pozo)".
-¿Dejas ahora el tratamiento a esos temas, o más bien los adaptas a una nueva mirada?
-Es más bien lo segundo. Ahora, pienso que incluso cuando se abordaba directamente desde la marginalidad, la problemática que intentábamos tocar en las obras eran críticas políticas, que siguen estando aquí. El motor de esta falsificación es una crítica política hacia los mismos grandes temas que trataba Shakespeare, aunque siempre habitando los cuerpos de la nobleza, de los altos militares, y dejando a los sirvientes y a los pobres para las cuestiones más básicas, casi cómicas. Nosotros lo que intentamos hacer fue subvertir, y poner los grandes temas en el alma y el cuerpo de los sirvientes, de los campesinos.
-¿Qué te llevó a buscar a Shakespeare para tu nueva obra? Cuesta asociar ese tipo de teatro con el que tú venías desarrollando...
-A mí Shakespeare me gusta mucho, lo disfruto de siempre. Él es realmente el inventor de lo humano, como dicen sus estudiosos, es el gran contenedor de las grandes pasiones en el teatro, y en sus obras es donde está el poder más presente. Eso fue, además de una fascinación particular con él que no tiene más explicación que ésa.
-Shakespeare genera mucha distancia en algunos, ¿crees que esta obra pueda provocar un acercamiento entre el autor y quienes aún no lo han descubierto?
-No sé, Ésa es labor de todo un sistema. Yo la primera vez que lo leí recuerdo que dije "¿y esta hueá es Shakespeare?". Me habían hablado de sus obras y no entendía nada, era pura palabrería, una mala traducción, y con un profe que con suerte entendía más que yo. Mi fascinación llegó en la Escuela de Teatro, con otros profes, porque éste es un autor que no era fácil ni en su época. Entonces no me gustaría tener esa responsabilidad en la espalda, de reencantar a la gente con Shakespeare. Lamentablemente él es muy parecido a la Biblia: Muy comentado y súper poco leído.
-De algún modo tú reescribes a Shakespeare. ¿No crees que los puristas puedan tacharte de insolente?
-Me encantaría que eso pasara, ojalá que los puristas vayan a verla. Hay una mirada muy insolente, pero a la vez muy respetuosa. A mí me encanta Shakespeare, creo que está a la altura de Leonardo, de Mozart, de genios que uno dice "guau, cómo lo hicieron".