So beautiful or so what

«La amé la primera vez que la vi / Sé que es un viejo cliché de la cantautoría / pero, te amé la primera vez que te vi / No puedo describirlo de otro modo». Tal como Paul McCartney en "Silly love songs", Paul Simon va y vuelve del cliché del pop, porque ya tiene el suficiente oficio para adelantarse incluso a sus propios ripios. Lleva, mal que mal, 54 años en lo mismo: componiendo, cantando y difundiendo canciones nacidas desde la exploración de su propia emocionalidad, más allá de que muchas de ellas hayan coincidido, además, con un sentir generacional asociable a «lo social». No deja de inquietar el dato de que en octubre el ex Simon & Garfunkel cumplirá setenta años de edad. Su vigencia en la música actual es innegable, y no sólo como reproductor de himnos de la cantautoría estadounidense, sino también como un autor, productor y arreglador aún inquieto por dotar de mejores y más brillantes colores al molde pop.

So beautiful or so what, su primer disco en cinco años, triunfa otra vez en esa meta autoimpuesta de aumentar el peso de la canción popular sin necesariamente ensanchar sus bordes ni sofisticar en demasía sus formas. Estas son composiciones breves, de no más de cuatro minutos de duración, en las cuales Simon comparte reflexiones reconocibles y sencillas. Pero las presenta con un siempre asombroso despliegue de ideas sonoras, en las que muy elegantemente ha conseguido fusionar su marca de canto sobre guitarra con lo mucho aprendido en sus años de exploración por la música africana y oriental. No es un disco de despliegue rítmico como Graceland, sino una grabación tranquila, coherente con su discografía, en la que las finas melodías recurren a lo justo para encandilar con un brillo inesperado, y que a veces roba la atención por completo con el admirable acoplamiento de instrumentos diversos como el arpa kora ("Rewrite") o la percusión india ("Dazzling blue"). Qué generoso compositor sigue siendo Paul Simon, quien consigue mostrar abundancia a partir de elementos de austera economía.

—Marisol García