En el súperpoblado panorama rockero de Estados Unidos, la distinción de Foo Fighters sigue estando firme en una gran y envidiable condición: su capacidad intachable para levantar melodías pegajosas, radiables, con tanta fuerza como amabilidad auditiva. Avanzan los temas de este Wasting light, y quien escucha se enfrenta a una sucesión casi imparable de potenciales hits: temas bien armados, bien cantados (voz clara, adelante en la mezcla), versos sencillos pero no banales. El productor del disco, Butch Vig (Nirvana, Garbage, Smashing Pumpkins), sabe lo que hace cuando se le encargan discos que dejen una impronta masiva.
Foo Fighters trabaja música quizás predecible, pero nunca tibia ni decepcionante. Se pasa muy bien escuchando este disco de riffs filudos, estribillos tarareables y crescendos eléctricos que combinan estupendamente con un concierto en vivo. Hay más o menos rock duro (con "White limo" y "I should have known" como los dos respectivos extremos), y la banda entra y sala del molde de rock-pop con una comodidad excepcional.
También para Foo Fighters éste es un disco importante. Retornó a su formación Pat Smear, el antiguo colaborador de Nirvana que estuvo en los dos primeros álbumes, Krist Novoselic apoya en bajo (y sólo faltaría Cobain), y se incorpora al tema "Dear Rosemary" Bob Mould, un símbolo del rock independiente estadounidense de los años 80 (por su trabajo en Hüsker Du, principalmente), que para Dave Grohl resulta un apadrinamiento bendito. Esa conjunción de autoconfianza y disfrute se transmite, sin duda, en un disco que brilla como el de una banda firme, fresca y sencilla (sin ser simple). Transmisión emocional convincente, sin sofisticación.
—Marisol García