Jay Kay lidera con energía a una banda de precisión y riqueza técnica, que pasea por las distintas edades y colores del funk.
Harold CastilloSi es que expresiones como "caldera", "explosión" y tantas otras en la familia del desborde en directo ya comienzan a sonar a lugar común, la noche del viernes 29 de abril de verdad que merecieron ser revividas. Porque ésos y otros calificativos caen perfectamente bien a la hora de referirse a la oferta y el efecto que tiene Jamiroquai en vivo.
El grupo que explotó hace una década y media con la propuesta más revitalizante que el funk tuvo en los 90, demostró en su regreso a Chile que lo suyo no sólo suena fresco y pertinente, sino que cuenta con una llegada que no se limita a la nostalgia y el recuerdo de los viejos buenos tiempos.
Puede que su disco de 2010, Rock dust light star (con cuyo tema homónimo abrieron la noche), no refleje plenamente eso, pero un recorrido por su discografía de 18 años —que, a fin de cuentas, es también un repaso por un género que ya se empina en los 40— lo deja plenamente en claro.
Con el groove de los 90 prácticamente intacto, Jay Kay lidera un combo casi infalible, en el que bajo, teclado, guitarra y bronces estructuran una columna solvente y lucida. Así, recrean de forma casi tributaria las atmósferas descritas por tipos como Earth, Wind & Fire, en temas como "Smoke & Mirror" y "You give me something", para luego vestirse con trajes espaciales en la futurista "Deeper underground".
Todos temas que lograron encender a las 15 mil personas que repletaron cada rincón de la Arena Movistar, aunque no al nivel de éxitos tan resonantes como "Space cowboy", "Cosmic girl" y "Alright", entre otros emblemas del fenómeno que protagonizaron a finales de los 90 —y eso que se dieron el lujo de dejar fuera "When you gonna learn?" y "Virtual insanity", entre otras—.
La sofisticación y el sabor de fábrica mantienen su maridaje en esas piezas —muestra de la condimentación de dance y otras vertientes que el grupo dio a algo que, básicamente, es funk—, aunque se desbalancea y diluye en breves momentos, como la extendida introducción a voz y guitarra para "Love Foolosophy". Ni hablar de las fallas de audio, que llevaron a Jay Kay a regañar a su sonidista en más de una ocasión. Pero cuando todo eso apareció, el océano de ritmo (desde el escenario) y fervor (desde la tribuna) se encargaron de restarle importancia.
Lo del viernes pintaba para reencuentro, pero hasta esa expresión resulta incómoda al hablar de la banda. Podrán pasar los años por Jamiroquai, y más aún por sus sonidos. El currículo registra su tránsito por rankings y premiaciones en lustros atrás. Pero nada de eso importa mucho cuando la energía fluye como en esta ocasión. Los británicos, en su regreso a Chile, fueron un auténtico volcán.