Es la nueva chica mimada de la prensa musical. La sucesora natural de Amy Winehouse y Duffy. La cantante que hace soul y R&B como si estuviéramos en 1965. Esto debería ser bueno. Considerando los proyectos que murieron en el intento (The Pipettes, The Revelations) y cómo el hip-hop ha vampirizado la música afroamericana en Estados Unidos. Por cierto, Adele es británica y allá existe toda una tradición –el northern soul– que vive de los viejos singles Motown o Stax.
Escuchando este disco, sucesor de 19 (ella los bautiza con la edad) es posible cuestionarse qué camino puede tomar una voz privilegiada en estos tiempos. Por un lado está el revival de sus dos producciones. Pero también los concursos televisivos. Es en el riesgo y la experimentación donde hay un déficit de vocaciones en el pop masivo.
Pero el disco no está nada mal. "One and only" es una excelente balada, donde su voz suena elevadísima comparada con el órgano Hammond. "Rolling in the deep" está cantada con tal pasión que hasta quitándole ese riff de guitarra acústica sonaría igual de potente. "He won't go" es elegante y demuestra la cantidad de recursos vocales que maneja Adele. Por lo mismo es lícita la pregunta: ¿qué pasará en los siguientes álbumes? ¿Seguirá pegada en el modelo de Aretha Franklin? ¿Se volcará al rock? ¿Experimentará algúna revolución estilística experimental? Veamos qué pasa.