CANNES.- En el peor momento de la carrera de Mel Gibson, su amiga Jodie Foster lo dirige en la película "Mi otro yo" ("The Beaver"), cinta que ha presentado hoy fuera de concurso en Cannes y en la que el australiano hace un striptease emocional con un personaje deprimido que encuentra la salvación en una marioneta.
"El castor es un animal que construye cosas y luego las destruye", ha explicado una Foster ingeniosa y políglota en rueda de prensa, y el paralelismo era fácilmente extrapolable a Mel Gibson, quien tras forjar un duradero estrellato en Hollywood parece empeñado en echar por tierra con su vida personal el prestigio cosechado.
"Para este personaje no pensé en nadie más. Mel es alguien que entiende el humor, la luz y el encanto del personaje, pero también conoce profundamente su lucha por salir adelante, la idea de no gustarse a sí mismo e intentar cambiar", ha asegurado.
Foster se reserva en esta cinta el papel de esposa del protagonista y ha contado también con los talentos juveniles de Jennifer Lawrence y Cherry Jones.
Ese cambio será, cuanto menos, curioso, ya que este empresario de éxito que lleva sumido en una depresión endógena dos años, comienza a recuperar el entusiasmo por la vida al comunicarse única y exclusivamente -incluso durante sus relaciones sexuales- a través de una marioneta con forma de castor.
Y con esta premisa a priori poco dada al espíritu sesudo de Cannes, la película ha disfrutado de una calurosa acogida por su espectacular giro hacia la emoción auténtica tanto en la historia principal -la de Gibson- como en la subtrama adolescente en la que Foster maneja con sabiduría y sensibilidad el sentimiento de incomprensión.
Foster se ha mostrado radiante y reconfortada en el festival francés tras el fracaso estrepitoso que ha tenido en Estados Unidos, donde ha recaudado apenas 300 mil dólares desde el día de su estreno el pasado 6 de mayo.
"Yo no soy la taquilla de mis películas. Estoy orgullosa de que esta película en la que llevo pensando años finalmente exista, hable y ande", ha matizado.
"Es una película especial, no es para todo el mundo. No es ni independiente, no es mainstream, tiene una emoción auténtica y profunda. Pero cuando una película no es de un género concreto, en Estados Unidos nos incomoda", ha explicado Foster en su vuelta a Cannes, que la vio nacer como estrella en 1973 al premiar con la Palma de Oro a "Taxi Driver".
Y Gibson, que no ha comparecido en la rueda de prensa pero ha confirmado su asistencia a la proyección de gala, ha sido aun así y por alusiones el protagonista de la presentación.
"Todos somos responsables de nuestros actos y yo no puedo hablar por él, pero lo conozco desde hace muchos años y es el actor más querido de Hollywood. Es amable, leal y puedo estar horas con él hablando por teléfono. Es una persona muy compleja y yo le amo en toda su complejidad y le agradezco que se entregara de corazón a esta película sin pedir nada a cambio", ha asegurado Foster.
Para "salvarle" después de sus problemas con el alcohol y sus polémicas declaraciones antisemitas, Foster le ha aplicado la medicina que a ella le funciona.
"Las películas son para mí un viaje de supervivencia. Me cuesta mucho admitir que algo me molesta y es para mí una vía de terapia entre emocional e intelectual", ha explicado.
Foster, efectivamente, purgó sus conflictos como niña prodigio en "El pequeño Tate", expresó sus agridulces relaciones familiares con "A casa por vacaciones" y, en su tercer largometraje como directora le brinda a Gibson un mensaje que apuesta por "conectar y comunicarte con la gente que te rodea y entender que no tienes por qué estar solo", asegura.