BUENOS AIRES.- El escritor argentino Ernesto Sábato, quien murió el pasado 30 de abril a los 99 años, no era muy querido "en el mundo intelectual", admitió Elvira González Fraga, mujer con la mantuvo una relación desde 1998, año en que él enviudó.
"(Sábato) fue amigo de (el autor paraguayo) Augusto Roa Bastos. También lo trató siempre fenomenalmente (el portugués) José Saramago... José venía a la casa de Santos Lugares. Era muy querido Ernesto. Pero no en el mundo intelectual", opinó González Fraga en una entrevista publicada hoy por el diario bonaerense Clarín.
"En parte, por culpa de él. Ernesto revivía en el mundo intelectual su dificultad de chico de provincia que va de pronto al colegio nacional de La Plata, que no conoce los códigos, que siempre es tratado de provinciano. Nunca tuvo fluidez con el mundo intelectual", evaluó la compañera del escritor.
Señaló además que Sábato "creía que su obra estaba bien tratada pero que los alumnos argentinos de Letras habían tenido profesores contrarios a él", aunque "en otros países no era así".
"En España, en Francia, tratábamos con escritores de modo normal, suelto. Aquí no han ido escritores a su entierro, no más que dos o tres. Era políticamente incorrecto ir al entierro de Ernesto. Y en cambio había muchísima gente sencilla", recordó la pareja del autor de "El túnel".
González Fraga consideró "injusto" que "aún el día que se murió Ernesto saliera a relucir" el almuerzo que el escritor compartió en 1976, durante la dictadura militar, con el entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla.
"No fue así cuando (Jorge Luis) Borges se murió", pero "Borges también fue a ese almuerzo", sostuvo Elvira, quien definió como de "cercanía" la relación que mantuvo con el ganador en 1984 del Premio Cervantes.
"Siento como si se me hubiera estirado el alma y no pudiera volver a darle forma, como si el alma se me hubiera hecho una pampa", contó al ser consultada sobe su estado anímico tras el fallecimiento de su compañero.
El autor de "Sobre héroes y tumbas" y "Abaddón el exterminador" murió en su casa de la localidad bonaerense de Santos Lugares, en la que residió durante los últimos 50 años prácticamente recluido debido a su ceguera, que le había obligado a abandonar sus dos principales pasiones, la lectura y la escritura.
Familiares, amigos y admiradores de Sábato despidieron sus restos con una ceremonia en un cementerio privado a las afueras de Buenos Aires luego del velatorio realizado en el club Defensores de Santos Lugares, al que el escritor concurría a tomar café y a jugar al dominó con sus vecinos.
El sepelio del autor debió extenderse más horas de lo previsto inicialmente ante la innumerable cantidad de gente que se acercó para dar su último adiós a esta figura icónica de la literatura argentina.