Al parecer, la estética de "guerrilla espiritual" del tercer disco de Libra, perfectamente puede ser aplicada a su música. Por un lado está el rock acelerado y de alta distorsión. Por otro, las exploraciones sonoras y la construcción de ambientes. A veces, pareciera que gana el rockismo. Es decir, el momento cuando todos los instrumentos suenan arriba. Es cosa de escuchar "Somos dos" una furiosa obertura con la voz desesperada de Jaime Jimmy Fernandez (que no es el rapero) y unas guitarras que quedarían perfectas con una batería más new wave. Pero acá la percusión no está para esas "sutilezas".
Sin embargo lo más interesante son las piezas más calmas como "Siempre estaré acá". Una canción de amor donde destaca su ritmo sincopado, un órgano envolviendolo todo y unas guitarras que replican la voz. Lo mismo pasa en el instrumental "Ángel y demonio", "Sobre el vacío" o su serie de interludios. Es allí donde la banda, aprovechando la velocidad lenta de estas composiciones, se luce instrumentalmente.
Libra encarna la eterna dicotomía entre el rock más clasicista y la experimentación electrónica. Con el primero te vas a la segura porque ya está inventado. Pero también es más dificil de salirse de sus convenciones. Lo segundo te da más posibilidades, aunque no siempre llegues a buen puerto. En el caso de Libra, sin embargo, el camino pareciera ser el segundo. Mal no lo hacen en este disco.