SANTIAGO.- "De pronto leí un libro de Alfonso Calderón que hablaba sobre los ángeles, y me inspiré. 'Voy a escribir el mejor libro sobre ángeles', dije". De ese modo, cuenta Hernán Rivera Letelier, surgió la idea de desviar la mirada de la Pampa y los paisajes nortinos por segunda vez en su trayectoria literaria, para dar vida a una historia protagonizada por estos seres.
Se trata de la recién publicada "El escritor de epitafios" (Alfaguara, $9.900), novela que sucede a la exitosa "El arte de la resurrección", y en la que los ángeles no son alados ni celestiales, sino seres tan citadinos como cualquier otro. El escritor de epitafios, el protagonista, tiene su refugio en un café. Es un ángel de café.
"Hay ángeles de taberna, de plaza pública, de montaña, de desierto. Éste es uno de café, que es un lugar principal para la creación, a mí me gustan mucho. Estar sentado en la terraza viendo pasar a la gente, para mí es un placer", cuenta.
Según Rivera, "hay personas que se transfiguran en ángeles, son muy pocas, tienen que reunir ciertas condiciones". Él, dice, ya ha conocido a varios, "y en varias partes del mundo. Son personas que van por la vida con todas las luces interiores encendidas, van por el mundo con un ritmo primordial, sin esa vorágine de la vida en la ciudad. Pueden ir en medio de un tráfago de gente, pero a un ritmo propio. Se ven con más intensidad que el resto de las personas. Hasta se les puede ver el aura".
Esas características son las que tiene el escritor de epitafios de la novela, además de las definidas por el mismo personaje ante sus amigos del café: Irresponsable como los pájaros, lúcido como las estrellas, ido como una flor, adorador de nubes, cazador de crepúsculos y atolondrado con el sexo opuesto.
Con ellas llega a presentarse ante una muchacha que lo deslumbra. Una niña gótica que escucha a Lacrimosa y The Cure, ocupa un viejo bolsón escolar y se viste con bototos altos y encajes. "El ángel representa la luz, la claridad, el día. Faltaba el claroscuro. Se me ocurrió la niña gótica, y al final resultó una historia de amor", explica el escritor.
-¿Sientes que este puede ser el libro en que más te imprimes a ti mismo? Aunque de epitafios, el protagonista es un escritor, va todos los días a un café, y hasta estás tú mismo en la portada...
-Ése es un juego con el lector: "¿Será él o no?". Nació así la novela, y como yo me creo ángel —de café, por supuesto—, le puse mis cualidades, virtudes y defectos: Irresponsable como los pájaros, ido como una flor, atolondrado con el sexo opuesto... Yo soy todo eso.
-La estética de los ángeles, en especial la de las viejas catedrales y algunos cementerios, resuena mucho en los jóvenes "góticos" de estos días. ¿Tiene que ver eso en la sintonía del escritor de epitafios con la niña?
-No, esto empezó como un libro de ángeles, y de pronto quise poner un contrincante, el lado oscuro. Y se me ocurrió una niña gótica. Conversé con varias, investigué el movimiento en Antofagasta, fui al cementerio en que se juntan y me empapé de eso. Faltó pintarme las uñas negras y las ojeras, nomás. Fue una experiencia enriquecedora.
-¿Qué descubriste de ellos?
-Vi lo mismo que pasaba con los hippies: Para la mitad es pose, y la otra mitad lo toma en serio, como un modo de vida. Esa mitad son niños muy melancólicos, muy oscuros, muy solos. La mayoría tiene problemas en la casa, creen que no son entendidos por la sociedad.
-Haces también una repasada a los críticos: "Los críticos de arte, en especial los de literatura, no figuran en esta jerarquía", dices. Ellos no pueden ser ángeles...
-Es un saludo a la bandera. Ellos no pueden ser ángeles, de ninguna manera.
-Yo hago crítica de discos y conciertos. ¿Estoy frito?
-Estás frito también (risas). No, si tus críticas son sinceras, puedes ser un ángel en la trinchera de la crítica, por qué no. Pero hay huevones en el mundo de la crítica de libros, que son comentaristas de libros. Sus críticas, como escritos, son malos, y no hablan de la obra, sino que van contra el autor. Contra mí, en este caso. Todo el mundo la nota.
-¿Ha sido muy negativa tu experiencia al respecto?
-Acá sí, pero afuera ha sido extraordinaria. Tú lees una y otra crítica, y es como si estuvieran hablando de dos autores distintos.
-¿A qué crees que se debe?
-Al resentimiento nomás de estos tont... comentaristas de libros. No le encuentro otra justificación. Te lo doy firmado: Si yo no vendiera tantos libros, si no fuera conocido, si estuviera muerto de hambre, sería un escritor de culto para ellos. Dirían "¡mira este minero, huevón! ¡Está muerto de hambre en la Pampa, y mira lo que escribe!". Pero como tuve éxito, como fui internacional, como me han traducido a 17 idiomas y vendo mucho, entonces hay que darme. Acá porque vendes eres malo. ¿Y todos los premios que me han dado? ¿Es porque soy malo? ¡Algo bueno encuéntrenme! ¡Alguna coma bien puesta!