La extensión y contundencia del nuevo disco de Nano Stern son indicadores de un rasgo creativo elocuente: el guitarrista y cantautor santiaguino aún confía en el álbum como cauce ancho de ideas; confianza que muchos de su contemporáneos ya abandonaron por completo. Aunque Stern es un músico de vibrante directo —ha sido a través de sus recitales que ha amasado un prestigio que a las radios parece tenerlas sin cuidado—, Las torres de sal demuestra que la composición, grabación y conceptualización de trabajos de largo aliento siguen siendo para él un desafío serio, que exige concentración y aplicación.
Los temas más largos de este disco ("Cuatro vientos", "Voy volando" y "El comienzo") emparentan a Stern con una tradición de rock de raíz folclórica que en Chile tuvo ejemplos brillantes de fusión —no por nada, dos cantantes del grupo Congreso (Pancho Sazo y Joe Vasconcellos) son invitados del disco—, y que el cantautor hace bien en reforzar como espacio de exploración sonora, mayor cuidado en los arreglos y vitrina para guiños puntuales a lo aprendido en sus muchos viajes. Más allá del cuidado puesto sobre instrumentos como el chelo y el acordeón —o timbres específicos hermosos, como la mandolina de Antonio Restucci—, el fuerte de Stern sigue siendo la canción agitada sobre guitarra, más cerca de la zamba que de la trova.
En el formato austero de voz sobre cuerdas logra crescendos impresionantes en su fuerza y épica ("Cuatro vientos", "La raíz"). Stern «se la cree», y transmite esa convicción con efectiva emotividad. El músico sigue ocupado en cantarle a sus dudas existenciales y esa tendencia —que antes aparecía, por momentos, predecible y candorosa— hoy se afirma en una voz autoral más adulta, capaz de aportar algo novedoso tanto al saludo a Violeta Parra ("Décimas a la Viola") como a la efervescencia social ("Las llamas de la impotencia"). «¿No será que me engaño con mi propio canto?», se pregunta Stern en "La puta esperanza", hasta ahora, el tema más difundido de este disco poderoso. Si se permite cuestionar su cantar, es porque Stern ya asumió la música como su vía de comunicación con el mundo.