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Watch the throne

19 de Agosto de 2011 | 17:53 |
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Para cumbres del hip-hop y la producción de vanguardia, ninguna más importante este año que este encuentro de estudio entre Jay-Z y Kanye West. No impresiona sólo la estatura de sus respectivas carreras, sino el nivel de los invitados, que en lo vocal incluye a gente como Beyonce y Justin Vernon (Bon Iver), y que en la producción final involucró a otras estrellas hip-hopers como RZA y The Neptunes. Cualquier interesado en la música popular debiese asomarse un rato a este disco como un médico a un congreso de su especialidad: las ideas de punta, los recursos más innovadores, el atisbo de las tendencias por venir están aquí concentrados en un álbum inagotable, tan trabajoso como fascinante.

Puede uno irse deteniendo en cada idea, y disectar este álbum infinito como el complejo mecanismo que es. Hablar de los bajos profundos de "No church in the wild", de los elegantes arreglos de cuerdas de "Lift off", del stacatto de "Niggas in Paris", de las flautas orientales mezcladas con James Brown en "Gotta have it", y de los golpes industriales al servicio de un estribillo pop de "Why I love you". O hasta mencionar la emoción profunda que produce escuchar colarse a Otis Redding en un tributo con su nombre ("Otis"). Pero el comentario exige síntesis, y la síntesis obliga a describir este encuentro como la competencia de dos grandes talentos con una larga historia personal en común, y que se alían de nuevo cuando el discípulo (West) finalmente ha aventajado al maestro (Jay-Z).

Por eso existía el riesgo de que el esfuerzo terminase en una superposición de ideas enfrentadas, sin armonía entre sí. O la complacencia de un despliegue del lujo por el lujo, sólo porque pueden permitírselo. El resultado esquiva ambas trampas. Ambas mentes están coordinadas en un flujo estimulante de ideas afines, que derrotará al oído incluso más receloso —aquél que apenas se interesa por el rap o la electrónica— por el brillo de su relojería sonora, más que por la ostentación de sus talentos, señeros e ineludibles para todo aquel que hoy intente trabajar un pop de verdad contemporáneo.

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