MADRID.- El cineasta español Pedro Almodóvar admite que se arrepiente de no haber tenido hijos cuando era más joven, pues ahora siente la necesidad de tener una familia.
"De joven no tenía ese interés o esa necesidad animal de ser padre, pero a partir de los 42 años sí que se me pasó por la cabeza muchas veces y sí que ahora echo de menos tener una familia. Pero familia como unidad emocional, de cuidado y amor", explica.
"Si todos los avances actuales me hubieran cogido con 15 años menos, es muy probable que hubiera tenido hijos", concluye.
Las palabras de Almodóvar son emitidas poco antes del estreno en España de su nueva película, "La piel que habito", en la que el dolor de la pérdida de un hijo vuelve a ser, como en "Todo sobre mi madre", uno de los detonantes del tapiz emocional tejido por el manchego.
Esta vez, en cambio, todo se filtra por la mente del psicópata que interpreta Antonio Banderas, el doctor Robert Legdard, que pierde a su hija y también a su mujer.
"Su lectura de la realidad no tiene nada que ver con la de los demás, y le hace llegar a unos límites de crueldad enormes, porque algo que define al psicópata es que algo falla en su cerebro que no tiene capaz de ponerse en el lugar del otro, ni idea del dolor que puede causar", resume Almodóvar.
En ese perverso universo que gira alrededor del quirófano en el que Antonio Banderas anestesia, disecciona y sutura una venganza que conviene no desvelar, Almodóvar también embauca a Elena Anaya, Marisa Paredes, Blanca Suárez y Jan Cornet, que le han acompañado hoy en Madrid para presentar esta pieza inclasificable de su filmografía.
Almodóvar va destapando su filme paulatinamente, a ritmo de suspense, para que el espectador sea capaz de procesarlo en su totalidad. "El género negro, el noir, el thriller o el terror psicológico, me apasionan como espectador. Agradezco una película de Michael Haneke, que me hace salir desasosegado. El cine cada vez provoca menos ese tipo de sensaciones", asegura.
La bioética es ahora el campo minado por el que transita su discurso provocador y moralmente complejo. "Es maravilloso que la ciencia esté avanzando a pasos agigantados, pero hay un montón de problemas morales que conlleva el propio progreso", afirma.
Su batalla del arte contra la ciencia tiene un claro vencedor: "Hay algo intangible e inaccesible que es la identidad. Con sus defectos y todo, es lo que le distingue (al personaje de Elena Anaya) del resto de la humanidad. Es inabordable. por mucho que la sometan a cambios no deseados, hay una parte de ese personaje que sigue siendo el mismo".