La crónica de este comentario perfectamente podría titularse algo así como "todo cambia, para seguir igual". El regreso al formato LP de Primus tras un silencio de más de una década, con Green naugahyde (recordar que Antipop, registro plagado de invitados, data de 1999), presenta algunos elementos novedosos, aunque en lo medular sigue siendo la misma apuesta sonora que se instalara, por alguna inexplicable razón, en el inconciente colectivo gracias al mote errado de “rock alternativo”, que dominara principalmente la década del '90 a cualquier estilo que saliera de los márgenes más “mainstream” de la industria.
La música de Primus, necesariamente, pasa por lo que su principal compositor, el bajista Les Claypool, desee plasmar. Y, para quienes estén familiarizados con la impronta del grupo, generalmente se encuentran trazos de un funk-rock bizarro, metal, música vaudeville y una imaginería psicótica y llena de ironías que haría sentir orgulloso a Frank Zappa. Pues bien, Claypool, secundado por el guitarrista Larry Lalande y el baterista Jay Lane, entrega todo esto en el nuevo disco. Y aunque en apariencia no hay demasiados cambios, figuran ciertos detalles en temas como “Hennepin crawler”, “Eternal consumption Enghien” o “Tragedy’s a’ comin’”, que evidencian aires nuevos. Otros cortes, como “Last salmon man”, mantienen la identidad sonora de Claypool y compañía.
Es en este devenir, la experiencia de Green naugahyde queda al escrutinio del auditor. Y es que ciertamente, aunque la música de Primus nunca ha sido algo de fácil interiorización, en este trabajo el trío logra unir extravagancias y formalidades, lo que lo convierten en un registro de amplia magnitud y quizás retome un lado más universal que, hasta la fecha, Primus concientemente había pretendido evitar.