SANTIAGO.- Han pasado doce años desde la primera vez que vinieron a Chile, y casi tres décadas desde que decidieron empezar el trabajo conjunto. Cifras que en cualquiera pasarían la cuenta, pero que en Red Hot Chili Peppers se expresan de la manera ideal: Casi no se notan en la energía y en el espíritu juvenil, pero se manifiestan de manera notoria en el rodaje y la madurez artística.
Combinando esos dos factores, el grupo que encabeza Anthony Kiedis cumplió esta noche con su cuarto concierto en Chile, que fue también el más multitudinario, con una asistencia superior a las 30 mil personas en el estadio Monumental de Macul.
Alrededor de las 21:50 horas, el cuarteto californiano dio la partida a las cerca de dos horas de show con "Monarchy of roses", de su reciente disco I'm with you. Y aunque es ése el álbum que motiva la gira actual de la banda, el show se paseó por los diversos clásicos de su extensa discografía.
Así, la lista continuó con piezas como "Under the bridge", uno de sus temas más celebrados desde que en 1991 lo imprimieran en el esencial Blood Sugar Sex Magik.
Y aunque hicieron gala de su insigne mezcla de funk y rock -siempre comandada por el bajo de Flea- en canciones como "Can't stop", tonalidades distintas se vieron en la fusión y el juego de tiempos de la reciente "Ethiopia", mientras que en un tema con el peso de "Otherside", el recién incorporado Josh Klinghoffer muestra que tiene la estatura para instalarse con sello propio en el conflictivo puesto de guitarrista (que los fans observan con celo desde la partida de John Frusciante).
"Californication" (una de las más celebradas por un público siempre entusiasta) cerró el primer bloque, para que luego un solo de Chad Smith abriera el cierre, antes de "Dance, dance, dance". La despedida definitiva llegó con "Give it away", que como si no fuera un recurso poderoso fue reforzada por Flea, que deseó antes "buena suerte con la educación, educación gratis", y que remató después con un "chi, chi, chi, le, le, le".
Teloneros por dos
Antes de los californianos pasaron por el escenario los británicos Foals, cuya propuesta de perfil indie y elaborado sonido new wave logró una recepción apenas tibia en las más de 20 mil personas que los vieron (se escucharon incluso algunas pifias).
Mostrando los temas de sus discos Antidotes (2008) y Total live forever (2010), el grupo sólo consiguió darse a conocer ante un público que le era definitivamente incompatible, y que no empatizó con la melancolía y elegancia que cruza hasta sus canciones más rockeras. La aislada excepción se dio en piezas como "Olympic Airways", una de las pocas que parte de la audiencia había escuchado alguna vez por ahí.
Pero la jornada había comenzado pasadas las 19:00 horas con Chancho en Piedra, quienes cumplieron con la misión de calentar el ambiente y con el desafío de abrir el escenario para quienes son su referente histórico y principal.
En cerca de una hora de presentación -y ante cerca de 12 mil personas que alcanzaron a verlos-, el grupo seleccionó temas de su extensa discografía y algunos de su última producción, Otra cosa es con guitarra, dedicada a la música chilena.
Así, el menú incluyó desde los tonos urbano-andinos de "Largo tour", hasta una cadenciosa versión de "Guach Perry", más funk y setentera que nunca, reflejo de la versatilidad, habilidad y oficio de una banda para la que, en Chile, el dominio de masas es simplemente marca registrada.