Aunque parezca una frase sentimental o hasta sacada de un bolero, Carmen Prieto vuelve a cantar boleros como quien vuelve a un viejo amor, es decir con esa complicidad y esa familiaridad. Así está escrito en la historia de esta cantante chilena: luego de tres discos iniciales dedicados a ese género entre 1988 y 1993 probó en sonoridades más cercanas a Colombia en Prende la candela (1995), regresó a bolero en Deseos y encantos (2000), se aproximó entonces al candombe uruguayo o al vals peruano en otros tres discos entre 2002 y 2007 y ahora retorna otra vez. Y más claro queda todavía al escucharla cantar en Puñales (2011), su undécimo disco.
En el transcurso de esa carrera Carmen Prieto se ha establecido como la principal cultora chilena del bolero en las últimas décadas, y ahora vuelca esa experiencia en esta nueva antología. Puñales fue grabado durante un concierto el 4 de enero de 2011, y de partida el registro recoge ese carácter verdadero de la voz en un contexto imposible de maquillar como es el de un escenario en vivo. Y la cantante muestra ahí el oficio necesario para encantar con una melodía de timbre sedoso tanto como para imponer la intención y la convicción más apasionadas para ir desgranando estos versos de amor.
Un trío de piano, contrabajo y percusión la escolta acá, con una clarinetista y cantante invitada. Sobre esa base se puede aproximar a un chachachá en "Esperanza inútil" o a una milonga en "Madrigal", así como "Amanecí otra vez", de José Alfredo Jiménez, queda traducido a bolero. La cantante también muestra su carácter al elegir de Álvaro Carrillo no un hit como "Sabor a mí" sino una opción más personal en "Seguiré mi viaje", y trae al repertorio canciones menos conocidas pero no menos intensas como los versos despechados que se oyen en "Entre tus piernas". También están las páginas imborrables que Carmen Prieto recrea aquí, generosa. Entre sus puñales desfilan la enjundia de "Vereda tropical", de Gonzalo Curiel; la solemnidad de "Espérame en el cielo", de Mulens y Lambertucci, o la belleza de "Dos gardenias", de Isolina Carrillo, o de "Obsesión", de Pedro Flores, con versos como "Yo estoy obsesionado contigo / y el mundo es testigo de mi frenesí": clases de bolero.