LOS ANGELES. - El rostro de Conrad Murray refleja tensión. El hombre, de unos dos metros de altura, se encoge en el banquillo de los acusados, componiendo una figura inexpresiva. Desde que comenzó el proceso en su contra, hace una semana, el médico mantiene la mirada fija en la sala, mientras le llueven las acusaciones.
La fiscalía carga con toda su artillería, con el fin de demostrar que el especialista en cardiología causó la muerte de Michael Jackson por negligencia.
Si uno cree las declaraciones de la primera docena de testigos, Murray habría suministrado al rey del pop fuertes medicamentos para después dejarlo desatendido hasta que, presa del pánico, intentó reanimarlo. Luego trató de ocultar pruebas y no avisó a urgencias hasta que fue demasiado tarde.
Quizá, si hubieran llegado a tiempo, podrían haber reanimado a Jackson, dijo el médico Richard Seneff. Él y un colega intentaron en vano durante más de 40 minutos salvar al rey del pop. Pero, según afirma, el músico estaba ya muerto. Además, acusó a Murray de haberles mentido al nombrar un único somnífero que supuestamente había suministrado al cantante, y ocultar el fuerte propofol.
Los 12 miembros del jurado escucharon estas graves acusaciones el lunes, al comienzo de la segunda semana del proceso. También hablaron dos doctoras del UCLA Medial Center, donde un equipo de 14 personas también luchó por que el artista sobreviviera. Murray "no mencionó en absoluto" el propofol, subrayó la cardióloga Thao Nguyen.
Según declaró, Murray estaba "confundido" y no le pudo proporcionar respuestas que sirvieran de ayuda. Para la médica de urgencias Richelle Cooper no hay duda de que Jackson "estaba clínicamente muerto" desde "mucho antes" de que ingresara en urgencias. Sólo continuaron con la reanimación por insistencia de Murray.
En un interrogatorio cruzado, Cooper reconoció que, en el fondo, no habría servido de nada que Murray hubiera informado a los médicos inmediatamente sobre la ingesta de propofol, pues el paciente estaba ya muerto.
El médico personal de Jackson sostiene que sólo le administró una pequeña e inofensiva dosis del sedante unas horas antes de su muerte, el 25 de junio de 2009. Y afirma que el culpable fue el propio cantante. Esa es la estrategia de la defensa: demostrar que Jackson ingirió el mortal cóctel de medicamentos sin conocimiento de Murray. "Murió tan rápido, tan de repente, que no tuvo tiempo ni de cerrar los ojos", describió el defensor Ed Chernoff en su alegato inicial.
Antes que la defensa contraataque, la fiscalía quiere presentar más testigos: amigas de Murray a las que el médico llamó por teléfono cuando Jackson estaba sedado, investigadores que durante el registro hallaron todo tipo de envases vacíos y llenos de medicamentos y posiblemente también a Prince, el hijo mayor del cantante, que junto a su hermana Paris presenció el dramático final de su padre.
Ninguno de los tres hijos del artista ha pisado hasta el momento la sala del tribunal. Pero el clan Jackson está diariamente representado: los padres del rey del pop, Joe y Katherine, estuvieron acompañados al comienzo del juicio por sus hijos La Toya, Janet, Randy, Jermaine y Tito. Katherine, de 81 años y quien se encarga de cuidar a sus nietos, rompió a llorar varias veces.
Ya desde el principio, la fiscalía ha buscado el drama emocional con efecto shock. En la oscura sala de juicios se proyectó una fotografía del cantante, pálido y sin vida. Después, se escuchó la voz balbuceante del fallecido, en una grabación realizada seis semanas antes de su muerte.
Jackson hablaba de su concierto de regreso, el público diría que él es "el mayor artista del mundo", decía con voz entrecortada, claramente por influencia de los tranquilizantes, que Murray le habría administrado "negligentemente" durante semanas. Y semanas serán necesarias para poner todas las pruebas sobre la mesa. Según el juez, el proceso podría prolongarse más de un mes.