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Heritage

07 de Octubre de 2011 | 18:12 |
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Los metaleros suecos Opeth no se caracterizan por ser una banda complaciente. Su líder, Mikael Akerfeldt, es un tipo al que le gustan los desafíos. No por algo casi colapsa con la edición de la saga Deliverance (2002) y Damnation (2003), que originalmente iba a ser un disco doble (con una cara eléctrica y otra acústica, inédita en el mundo del death metal escandinavo) y que, para beneplácito del sello, se dividió en entregas simples. Esto es sólo un botón de muestra de qué tan lejos puede ir Opeth en sus aspiraciones artísticas.

La salida de Heritage coincide, entonces, con la idea de la ruptura del movimiento metalero a su máxima expresión. Para quienes disfrutan de los guturales gritos de Akerfeldt, acá no hay uno solo. Es más, en este trabajo la sonoridad más pesada se reemplaza por secciones atmosféricas dignas de los primeros periodos de King Crimson. Así, en Heritage todo se aleja de su matriz para dar cabida a mellotrones, pianos Rhodes, secciones de cuerdas y una voz con mucha más melodía que ira. De sumo interés son “The devil’s orchard” y “I fell the dark”, que si bien expresan el cambio sonoro, mantienen el paganismo por el cual se rige el género.

En este vuelco hacia sonidos más cercanos al rock progresivo, “Famine” sin dudas que es la composición que mejor lo ejemplifica. Tiene pasajes intrincados, con métricas inusuales. Incluso inclusiones de flautas y percusiones le dan un color distinto a lo que ha presentado el grupo en sus trabajos anteriores, siempre furiosos y eléctricos. El cierre con la pieza acústica “Marrow of the Earth”, completa el círculo de una de las entregas más arriesgadas del género, en la que Opeth se erige como una institución sin miedo al cambio; más bien, haciendo de esta condición un modo de construir disco tras disco, una carrera que encuentra su punto más álgido en esta grabación.

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