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The whole love

07 de Octubre de 2011 | 18:14 |
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"Art of almost" incluye el más largo solo de guitarra eléctrica en la discografía de Wilco. Son casi tres minutos de distorsión frente al amplificador; lo que es casi nada para un estándar como, digamos, el de Steve Vai, pero que en el caso de la banda de Chicago resulta elocuente: en su octavo disco, Wilco se ha permitido recursos nuevos y un evidente desprejuicio frente a sus antiguos cauces, con ideas que aportan frescura y sorpresa, sin por eso desviar el riel firme de su vocación folk-rock.

Aquí hay canciones de alto vuelo, como "Black moon", que integra violines y viola, y que afirma un sonido ambicioso, atemporal. Y, hay otras, como "Stading O" —acomodada en teclados ágiles y unos rockeros gritos de «¡aaaw!»—, en las que Wilco se agita con deleite, de un modo casi juvenil, en una cara luminosa poco habitual en su cancionero melancólico.

The whole love es un disco atractivo, incluso para quienes no venían siguiendo previamente a la banda; pero, sobre todo, para los que sí: muestra a un grupo cálido pese a su melancolía esencial («incómoda música cómoda», la llama Rolling Stone), y que, afirmado en un estilo reconocible, se anima al añadido de nuevas ideas. Los doce largos y excepcionales minutos del cierre con "One sunday morning", despliegan muchas de estas ocurrencias en un fresco diálogo instrumental que parece se va improvisando. Por más de quince años Wilco no ha dejado de hacer música hermosa, pero hubo períodos en que ésta no fue particularmente vibrante. Enhorabuena, The whole love es el sonido de un organismo vivo.

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