BERLÍN / WEIMAR.- Franz Liszt fue una de las primeras estrellas de la música con dimensión paneuropea, gracias a un talento arrebatador y una personalidad llena de claroscuros. El continente vuelve ahora a enamorarse del genio húngaro en el bicentenario de su nacimiento.
Niño prodigio, pianista virtuoso, mujeriego incorregible, víctima del alcohol y creyente fervoroso: las diferentes facetas del compositor romántico nacido el 22 de octubre de 1811 revivirán mañana con el "Día Mundial de Liszt".
"Hay muchas cosas que hacen de Liszt
un grande en la historia de la música", explica a la agencia dpa Johannes Kutrowatz, experto en el artista. "No sólo como pianista o compositor: también como una de las principales personalidades de la música".
"Viajó de Gibraltar a Glasgow y a Kiev. Su vida fue un viaje. Una anécdota vale para demostrar su fama: en su pasaporte no figuraba nacionalidad, sino sólo la observación ’conocido por su nombre’".
Antes que la Beatlemanía fue la LisztomaníaNacido como Liszt Ferenc en Raiding, un pequeño pueblo del entonces Imperio Austro-Húngaro, el niño Liszt ya era un genio del piano a los nueve años. Estimulado por su padre comenzó a girar por toda Europa ofreciendo literalmente miles de conciertos, mejorando sus estudios y trabando relación con grandes artistas de la época.
Entre sus amigos se contaron Balzac, Berlioz, Chopin y Heine, que acuñó el término "
Lisztomanía" para describir la euforia del público en los conciertos del pianista, una suerte de estrella del pop de su tiempo.
Esa fama sin fronteras fue acompañada por el alcohol y las mujeres. Con la duquesa Marie d’Agoult, que estaba casada, mantuvo una larga relación de la que salieron tres hijos, entre ellos Cosima, futura mujer de Richard Wagner.
Liszt viajó por ello en 1876 a Bayreuth para asistir a la primera edición del célebre festival wagneriano, dirigido por la propia Cosima. Allí murió el 31 de julio y allí fue enterrado. En la misa de difuntos, Anton Bruckner tocó extractos del "Parsifal" de Wagner en el órgano. "Fue una personalidad dividida", concluye Kutrowatz. "Es imposible un acceso lineal al fenómeno Liszt. Su multiplicidad es una motivación y un estímulo para que su fascinación perviva".
El año Liszt demostró que esa fascinación sigue vigente. Sólo en la ciudad alemana de Weimar, donde el músico pasó los años más fecundos de su carrera, se celebraron más de 200 eventos vinculados con el aniversario. Otros 150 tuvieron lugar en Bayreuth. El compositor de las "Rapsodias húngaras" será recordado mañana con conciertos en Budapest, Praga, París y Viena, entre otras ciudades europeas.
En Hungría se reestrenará también su única ópera, "Don Sanche", que Liszt compuso a los 13 años, y se pondrá el nombre de "Ferenc Liszt" al aeropuerto de Budapest. Su herencia musical sigue siendo discutida. Liszt está considerado un pionero de la música programática, la que pretende evocar ideas e imágenes extramusicales, pero sus críticos lo acusan de componer obras demasiado oscuras, difíciles de escuchar o sólo virtuosas.
"Frente a esos prejuicios hay que responder con las mejores interpretaciones y los mejores artistas", explica Kutrowatz, confiado en que el año Liszt sirva también para difundir los aspectos más luminosos del compositor. "Doscientos años después de su nacimiento, ha llegado el momento de percibir a Liszt como el compositor moderno que realmente es".