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Biophilia

21 de Octubre de 2011 | 23:40 |
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La clasificación predeterminada en el nuevo disco de Björk lo ubica, apenas se le instala en el computador, en la carpeta de "Electronic". Pero es obvio que Biophilia es un trabajo que excede la categoría estricta de la música tecno: de un tiempo a esta parte, los álbumes de Björk son solo parte de proyectos multimediales más amplios, y esa tendencia es extrema en Biophilia, un disco al que resulta estrecho incluso describir como tal. Páginas especializadas en tecnología han contado cómo cada canción viene asociada a una aplicación para iPad, y cazadores de tendencias estéticas se han concentrado en sus infinitos vínculos con vestuario, fotografía, video y gráfica de vanguardia.

La idea de este breve texto es detenerse en su estricta oferta musical. Tal como sucede desde Debut (1993), éste es un disco que levanta sobre todo el inimitable carácter de la voz de Björk; su sinuosidad, su calidez y su misterio. El apoyo electrónico es generoso, claro, pero nunca llega a ser protagónico al lado de la interpretación vocal de la islandesa y los timbres puntuales de extraños instrumentos a los que ella elige acoplarse. Un tema como "Hollow", por ejemplo, es representativo de este camino del todo atípico en la música popular: la voz trabajada a través de filtros y reverberación se ubica sobre golpes de órgano y una secuencia electrónica, como ecos superpuestos sobre un colchón de texturas sonoras, sin aparente guía melódica.

"Virus" suena a xilófonos infantiles; "Mutual core", a una misa galáctica (gran órgano incluido); Thundebolt, al camino de ingreso al Purgatorio; y "Solstice", a un arpa interestelar. Son sólo ejemplos. En general, las de Biophilia son composiciones breves pero con al menos dos partes bien diferenciadas, en las que la austeridad de su inicio se altera de pronto por la irrupción de una electrónica agitada y/o coros de epopeya. No es música para tararear ni bailar, sino para llevar al oído y la mente a evocaciones de horizontes anchos, nocturnos, de ineludible carga emotiva. Sentimiento y naturaleza abrazados en música de vanguardia pero no por eso ajena, a la que el oído se entrega con confianza, pues la guía una artista que sabe darle un curso ordenado y hermoso incluso a sus más infinitas ambiciones o a su más encandilante asombro.

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