Jean-Luc Ponty viene a recorrer Chile a dos décadas de su debut en Santiago. ''Me emocionó mucho la calidez de la gente'', recuerda sobre su noche de estreno en 1988.
Imma CasanellesSon semanas agitadas las que corren para Jean Luc Ponty. El violinista francés, uno de los nombres más reconocidos en la música de jazz fusión y considerado como un pionero en el violín eléctrico desde los años '60, se encamina a Sudamérica en la gira que lo tendrá en Chile entre el 16 y el 20 de noviembre (ver recuadro), cuando recién acaba de terminar un tour internacional con otra banda legendaria en esas ligas: el grupo de jazz rock Return to Forever.
Fueron cuatro meses de recorrido por Estados Unidos y países de Europa, Oceanía y Asia con esa banda, fundada en 1971 por el pianista estadounidense Chick Corea y reformada este año con Corea (piano y teclados), Ponty (violín), Frank Gambale (guitarra), Stanley Clarke (bajo) y Lenny White (batería), quienes acaban de cumplir sus últimas fechas con presentaciones en Japón y Corea.
El cambio de folio para Ponty es ahora con "The Atlantic years tour", el espectáculo que trae a la cabeza de otra alineación, con Jamie Glaser (guitarra), Baron Browne (bajo), Rayford Griffin (batería) y el más reciente William Lecomte (teclados), y con la particularidad que de los tres primeros también vinieron con él para el debut del violinista en Chile, en 1988.
Con esta banda, Ponty se concentra en el repertorio prensado en la docena de discos que grabó para el sello Atlantic (de ahí el nombre de la gira) en la década exacta que va desde 1975 a 1985. "Es pura coincidencia que ambos proyectos hubieran nacido casi al mismo tiempo", dice, acerca de sus dos giras de este año. "Es prueba del renovado interés que hay en la música de ese período".
-¿Cómo fue la experiencia de hacer esta gira con Return to Forever y tocar con esta alineación de Chick Corea, Stanley Clarke, Lenny White y Frank Gambale?
-Fue una gira de cuatro meses por Europa, Israel, Estados Unidos y Asia. Y seguimos siendo amigos después de dar setenta y cuatro conciertos juntos, lo que es impresionante -se ríe-. Empezamos con un gran respeto mutuo y fuimos mejorando cada vez, musical y humanamente, a medida que avanzamos en la gira. Cada uno es tan creativo que la música evolucionaba en nuevas direcciones cada noche, y todos manejamos nuestros egos de un modo constructivo para el éxito del grupo, que no es lo más frecuente en este tipo de colaboraciones.
-¿Cómo es el contraste de tocar con dos grupos casi al mismo tiempo?
-La diferencia es que ahora estaré tocando mi música exclusivamente, con una reconstitución de mi grupo de los '80. Tengo la impresión de estar volviendo a casa después de un largo viaje, se siente muy bien y es muy estimulante.
-¿Qué dirías del sonido que tienes con Jamie Glaser, Baron Browne, Rayford Griffin y William Lecomte? ¿Es totalmente distinto como acercamiento a Return to Forever, por ejemplo?
-No, hay similitudes de concepto. Aunque no hayamos tocado en los mismos grupos, todos fuimos parte de ese nuevo movimiento en el jazz, nacido del deseo de usar ritmos e instrumentos eléctricos nuevos de nuestra generación, y de explorar en composiciones largas, similares a sinfonías, cuando la base del jazz principal de la época consistía en canciones cortas de música popular. Otro objetivo era crear un grupo que sonara como lo que las bandas de rock estaban haciendo, y ésa es la diferencia entre mi grupo y Return to Forever, ya que encontré el sonido de mi grupo con mis composiciones y mi manera de usar los colores.
-Ésta es una alineación especial para el público chileno porque fue el grupo con que viniste en 1988, una época en que era raro ver a músicos internacionales aquí por el aislamiento cultural a raíz de la dictadura militar. ¿Tienes recuerdos de esa primera visita, de la reacción del público?
-Claro que lo recuerdo muy claramente. Sentí cuán hambriento estaba el público chileno de ver un grupos como el mío tocando música moderna, y me emocionó mucho la calidez de la gente. También recuerdo los camiones militares estacionados alrededor del Estadio Chile, tal vez por temor a que hubiera revueltas. Para esa época ya había estado viviendo en California durante quince años, y en Santiago me sentí como estando en Europa de vuelta en los años '50 o '60, una extraña sensación de viaje en el tiempo.
Un lazo más reciente entre Ponty y Chile se remonta a 2006, cuando a raíz de su visita de ese año el músico conoció el desierto de Atacama y al año siguiente reflejó esa experiencia en un disco titulado precisamente The Atacama experience (2007). "Mi esposa y yo decidimos explorar Chile después de que toqué en Santiago en 2006. Primero pasamos unos días en el Desierto de Atacama. Como músico estoy siempre en grandes ciudades, y el contraste con el silencio completo en esos paisajes inmensos con colores únicos me inspiró a escribir esta espaciosa obra para violín, a la que llamé 'The Atacama experience'".
-Luego continuamos de gira por el mundo con mi grupo, grabamos más cosas en medio y viajamos a India mientras terminábamos de grabar este disco -continúa-. Es la razón por la cual hay otra obra llamada "On my way to Bombay". No quise tomar prestados estilos locales, sino más bien dar mis impresiones personales de esos viajes a través de mi estilo de música. Atacama fue el punto de partida de la grabación y la experiencia más profunda de todas, que fue lo que me hizo decidir poner ese título.