Emerick trabajó con el cuarteto desde los tiempos de ''Love me do'' hasta el final. Desde el estudio, fue testigo de todos sus procesos internos.
APMADRID.- Cuando todo sobre la historia de los Beatles parecía haber sido ya contado, Geoff Emerick, el ingeniero de sonido que ayudó al grupo a crear sus obras maestras en el estudio de grabación, ha decidido develar los últimos secretos de los Fab Four en un libro que se publica ahora en español.
Emerick reconstruye en "El sonido de los Beatles" los procesos creativos de los álbumes fundamentales del grupo, pero además ofrece un retrato descarnado de los cuatro músicos y de sus relaciones personales.
El ingeniero de sonido fue testigo directo del prodigioso ascenso y estrepitosa disgregación de los Beatles desde su puesto en la sala de máquinas de los estudios londinenses de Abbey Road, donde participó en 1962 en la grabación de "Love Me Do", el primer single del grupo, cuando apenas tenía dieciséis años.
Aquella fábrica de sueños musicales aparece como un lugar frío, oscuro y deprimente en el relato desmitificador del autor, cuya afilada memoria disecciona sin piedad las personalidades de los cuatro Beatles y de su productor artístico, George Martin, mentor de Emerick y jefe directo suyo en Abbey Road.
Paul McCartney "era el músico 'puro' de los Beatles" y el miembro del grupo por el que Emerick muestra un mayor respeto profesional y aprecio personal a lo largo de su libro, en el que describe a John Lennon como "el más complejo de los cuatro", un tipo que podía ser tan adorable como odioso.
George Harrison, con quien el ingeniero de sonido reconoce que no tenía "buena química", "parecía sentirse atrapado por la fama" y se enfrentaba "a una batalla perdida de antemano ante el enorme talento de Lennon y McCartney".
Sobre Ringo Starr, Emerick escribe: "Siempre estaba en guardia y por eso entre nosotros había un muro personal que nunca conseguí franquear".
Después de unos pocos años como asistente, Geoff Emerick debutó como ingeniero de sonido en 1966, con solo diecinueve años, durante la grabación de Revolver, uno de los álbumes más imaginativos de la historia y que marcó el comienzo de la etapa en la que los Beatles volcaron su actividad en el estudio y renunciaron a dar conciertos.
El joven ingeniero de sonido tuvo que afrontar a partir de entonces retos como el conseguir que la voz de Lennon sonara —por expreso deseo de John— como la de "un monje tibetano subido a lo alto de una montaña" en "Tomorrow Never Knows", el tema que cierra el disco.
Emerick reivindica el haber conseguido que las grabaciones de los Beatles tuvieran un sonido propio creado expresamente en el estudio a base de imaginación, en una época en la que los efectos especiales se conseguían a mano.
Un mérito que Elvis Costello reconoce en el prólogo del libro, en el que opina que Emerick debería haber figurado como coproductor del Sgt. Pepper (1967) por su labor como creador de sonidos en el álbum más célebre de la historia.
George Emerick vivió como propio el éxito planetario de los discos de los Beatles, pero sufrió en sus carnes el deterioro de las relaciones personales de los cuatro músicos, que se acentuó en 1968, durante las sesiones de grabación del Álbum blanco, a las que Lennon acudió permanentemente acompañado por Yoko Ono.
Cuenta Emerick que el día en que Yoko decidió romper su silencio en el estudio para opinar —ante el estupor de los presentes, incluido Lennon— sobre una toma que el grupo acababa de grabar, se produjo "un punto inflexión para los Beatles". Aquello "en muchos sentidos, fue el principio del fin".
El ingeniero de sonido dejó el barco en la mitad de la tormenta que representaron esas sesiones, aunque regresó un año después para trabajar en la grabación de Abbey Road, el disco que cerró la carrera del grupo.
Así pudo ser testigo del último momento de magia, cuando Lennon, McCartney y Harrison se colgaron sus guitarras para tocar los tres solos encadenados del tema "The End". Entonces "toda la mala sangre, todas las peleas, toda la mierda que había separado a los tres amigos quedó olvidada" durante un rato.
"Supongo que existe la posibilidad de que, mientras interpretaban el solo se dieran cuenta de que nunca iban a volver a tocar juntos; tal vez vieran aquel momento como una conmovedora despedida", escribe Emerick, quien tras la separación de los Beatles desarrolló una exitosa carrera como ingeniero y productor.