MADRID.- El actor estadounidense criado en Buenos Aires Viggo Mortensen, se convierte en "Un método peligroso", la última película de David Cronenberg, en el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, un hombre al que define como un "bon vivant" y del que dice haber aprendido a "no tomarse las cosas tan en serio".
"Esa idea ya la tenía yo, pero se me ha reforzado: no hay que tomarse (a uno mismo) demasiado en serio, aunque se trabaje seriamente y uno trate de hacer un trabajo muy bueno y con una preparación exhaustiva: no hay que tomarse tan en serio, la vida es corta".
Mortensen, recordado por su papel como Aragorn en "El Señor de los anillos", está casi irreconocible bajo la apariencia de Freud, con un sempiterno cigarro puro en los labios y avejentado sobre sus 53 años de los que, sin maquillaje, no se aprecian más de cuarenta.
Esta es la tercera vez que Mortensen trabaja con Cronenberg, tras "Una historia de violencia" (2005) y "Promesas del Este" (2007), cuyo papel de Nikolai le valió, entre otros reconocimientos, su única nominación hasta el momento a los Oscar.
"Freud era un tipo con un gran apetito por la vida, entrañable, sociable, con gran sentido del humor, bon vivant...Yo también pensaba de él, antes de preparar el personaje -confiesa- que era un tipo muy serio, reprimido, flaco, canoso, académico, sin sentido del humor. Aprender que no era así fue lo más divertido".
Y ese sentido del humor, dice, "es el mismo que tiene Cronenberg, un tipo que bucea en zonas que muchos califican de desagradables, inquietantes, en el lado extraño del comportamiento humano, de las cosas que decimos y molestan, de las que no se hablan".
"A los dos les causa gracia las cosas que decimos, las que salen de nosotros sin querer; de ahí esa ironía", resume.
"Un método peligroso" cuenta el triángulo intelectual que formaron Sigmund Freud, su discípulo Carl Jung y la desconocida Sabina Speilrein, una psiquiatra que fue paciente de los dos y de cuya influencia no se supo hasta que las cartas que intercambiaron salieron a la luz.
Para el actor, la dirección de Cronenberg en el filme -que fue muy bien aceptado en el Festival de Venecia- es "justa, equilibrada" y no toma partido por ninguno de los tres.
El actor reconoce que tienen "buena química", que son "de esas parejas director-actor", amigos con el mismo sentido del humor, además "los dos trabajamos rápido -dice mientras chasquea los dedos- pero tranquilamente, y sé que él siempre va cuidar de mi trabajo".