Hace ya rato que Ricardo Arjona se había instalado como verdadero símbolo del lugar común; como el hombre que había rozado el extremo del mal gusto con sus versos, en pro de estar a la altura de la imagen que construyó y que tan buenos réditos le ha dado hasta ahora: Ese insoportable "poeta de las cosas simples". Fue en ese perfil que hilvanó frases como "olvidarte es querer jalar del pelo a una botella" y tantas otras que le valieron la incondicionalidad de aquellos que viven el romanticismo en su primera capa, así como la más férrea (y, a estas alturas, algo cliché) resistencia de una masa amplia de detractores.
El asunto no llegó sólo a una lírica decididamente tosca. En la empresa de responder a su reputación y crear temas "arjonescos", muchas veces el ensamblaje musical pareció terminar hecho a punta de fórceps, con versos estirados, acortados y rimas fallidas.
Sin embargo hoy, con Independiente, el golpeado Arjona se merece al menos el beneficio de la duda. Totalmente desligado de la industria tradicional (de ahí el título), el guatemalteco dio vida a un disco que mira más allá de su manoseado recetario, para entregar temas que le permiten subir varios escalones en su desarrollo como cantautor romántico. Claro, no es que de un día para otro el hombre de "Señora de las cuatro décadas" se haya transformado en Bob Dylan, pero al menos logró parir el que sin dudas podría calificar como su mejor disco en años.
El logro viene de la mano de baladas simples y temas que fluyen en sus acotadas aspiraciones, reflejo de una naturalidad que el cantante recupera tras haberla perdido de manera progresiva a partir de Si el norte fuera el sur (1996). Los propios nombres de las canciones ya dan cuenta de eso: A falta de historias pedestres, esta vez los títulos son tan genéricos como "El amor", "Hay amores", "Te quiero" o "Te juro". Las dos primeras son baladas de crescendo, que tras sentidas partidas al piano culminan en coros recordables y de colorido épico, con distorsiones sostenidas y violines de fondo. Las siguientes, en tanto, apelan al rasgueo acústico y al rock latino.
Y aunque también hay espacio para canciones con algo del sello del guatemalteco ("Mi novia se me está poniendo vieja"), otras como "Fuiste tú" (con la excepcional compañía de Gaby Moreno) evidencian que cuando el cantautor se libera de sus fantasmas puede incluso dar vida a piezas con aspiración de clásico romántico. ¿Será éste un nuevo Arjona? ¿O es que el autor consistente estaba atrapado por los requerimientos de la industria, y hoy se libera en su independencia? Sólo un par de discos más darán definitiva respuesta a esas preguntas, pero al menos el inicio es auspicioso.