SANTIAGO.- En 2006 los únicos avisos que hablaban de un concierto de los ingleses New Order por estos lados, eran los que ofrecían paquetes de entrada, pasaje y estadía para ver su actuación en Buenos Aires, único destino del cono sur que entonces visitaron.
Por eso había cierto aire de "deuda pendiente" entre los de Manchester y sus fans chilenos, ésos que hasta los ponen en el menú musical y en la fotografía de afiches sobre fiestas que se realizan cada tanto, en lugares como la discoteca Blondie.
Y aunque en los días previos se había hablado de cuánto podía perder el grupo en su fachada y su sonido con la ausencia del emblemático Peter Hook —algo que hasta el mismo bajista se encargo de propagar—, lo cierto es que los que llegaron esta noche de lunes a saldar la deuda son con toda propiedad los encargados de portar uno de los nombres más esenciales en el sonido de los 80, que expande su onda hasta la actualidad.
Esa historia es la que se recorrió y escuchó esta noche en una Arena Movistar cortada a la mitad, y en la que cerca de seis mil asistentes hacían ver prácticamente llena el área disponible.
Ante ellos, el núcleo central que integran Bernard Sumner, Stephen Morris y Gillian Gilbert, reforzados por el multifacético Phil Cunningham y el bajista Tom Chapman —quien reproduce con fidelidad las líneas agudas de Hook—, se paseó por toda la historia de la banda, sin dejar fuera prácticamente ninguno de sus éxitos anotados en dos décadas.
El inicio dio exacta cuenta de ello. Tras la largada con la instrumental "Elegia" y los trazos rock de "Crystal", el salto fue de un hit de mediados de los 90 como "Regret" a uno tan iniciático como "Ceremony" (1981), ambos demarcatorios de un pop de guitarras esencial en la mezcla del indie contemporáneo.
"Age of consent" y "Krafty" llegan desde el lado luminoso del repertorio del grupo, que en algo se difumina en la ralentización de "1963". Pero los niveles rebrotan con un éxito mayor: "Bizarre love triangle". En versión dance, el tema abrió una discoteca que no volvió a cerrarse en el recinto de Parque O'Higgins, de la mano de un segmento vestido íntegramente del electropop en que los ingleses hicieron escuela.
A ese perfil responden las encendidas "True faith" y "The perfect kiss", dos temas en que los sintetizadores se imponen, representativos de un género que hoy goza de renovada salud y del que bebe una diversidad de nuevos artistas (en Chile, nombres como Javiera Mena y Álex Anwandter son claro ejemplo, tal como antes lo fuera Jorge González).
La cumbre al respecto viene en el bis con "Blue monday", quizás la canción más emblemática de la banda, y cuyo trance abre el camino para una despedida tan intensa como emotiva, con "Love will tear us apart", el mayor clásico de Joy Division. Y aunque ese grupo está en su genética, lo que entonces se escuchó también fue la mezcla de teclados y guitarras que ha dado marca a New Order.
Se supone que ésta fue una reunión cuasi fortuita, con fines solidarios y futuro incierto. Pero el siempre flemático Bernard Sumner promete un pronto regreso a Chile, y la continuidad entonces queda firmada. Tal vez no haya nuevos discos, menos nuevos éxitos, pero con un catálogo tan vigente y esencial aún pueden quedar muchos lunes como éste. Un resplandeciente "Blue monday".