Fue la gran artista chilena de 2010 fuera de nuestras fronteras, acaparando elogios donde fuera que su música llegara. Cualquiera que alguna vez haya visto a Ana Tijoux o escuchado sus discos, sabe que las razones estaban más que justificadas, pero si aun así algunos se siguen preguntando por qué, ahí está La bala para sumar más respuestas. Si Kaos (2007) fue la sorpresa y 1977 (2009) el gran golpe, con este tercer álbum la rapera termina de consolidarse como voz mayor del género en el continente, dueña de una técnica a toda prueba y de una capacidad notable para construir manifiestos e historias en rimas. Al respecto, su materia prima no es otra que la realidad, y la carta de presentación de "Shock" (sobre estallido social y control policial) es la mejor muestra.
Pero en eso Tijoux es ducha, y La bala no hace más que refrendarlo. No por ello deja de sorprender, pero es sin dudas en el armado del conjunto donde esa posibilidad se hace más plausible. La rapera la aprovecha en dos vertientes: En la primera, aparece su hip hop de fábrica, con los polos en el groove tradicional del género (que maneja con experticia) y ritmos más experimentales, portadores de sensaciones marcadas e insalvables. En esta línea, el tridente de la partida es un mazazo. "La bala" y "Shock" acuden a aires marciales para aludir al ejercicio de la violencia desde la autoridad, mientras que "Desclasificado" (uno de los puntos más altos del disco) aborda la exclusión social llevando cuotas dramáticas a la pista de baile, con arreglos que recuerdan a las inconfundibles bandas sonoras de Danny Elfman.
La otra vertiente es la que acerca a Tijoux al borde más soul del género, con "El rey solo", y las más personales "Quizás" y "Mi mitad". Pero es el punto intermedio de "Sacar la voz" el que más resalta en este ámbito, en una pieza que desde tonos desolados llama a levantarse, y en la que el uruguayo Jorge Drexler no sólo es un acompañante, sino un socio y un complemento que deja su marca (tal como los cubanos de Los Aldeanos hacen en "Si te preguntan").
La apuesta general de La bala se dirige esta vez hacia un tejido mucho más orgánico, en el que las programaciones son sólo un elemento más entre las cuerdas y metales que abundan en los créditos. El saldo global, en tanto, nos habla de una artista simplemente mayúscula en nuestra escena, que no sólo va dejando discos para el recuento de lo mejor de la temporada, sino para que se expandan sin tiempo ni fronteras.