James Blunt volvió a dejar su huella romántica en su segundo paso por Chile.
Cristián Soto L.
Aunque en el pop tres años son una eternidad, con James Blunt no puede aplicarse. Pasadas las 21 horas y con canciones como "So far gone" ya era palpable la misma histeria y gritos se registraron en su debut en Chile el 2008 y como telonero de Elton John.
Pero, anoche en Arena Movistar, el cantante se veía más maduro y con mayor manejo escénico. Al punto de pasearse en medio del público. Aunque precisamente, eso lo había hecho en el primer show. Lo mismo que pasarse de la guitarra al piano y demostrar que es mucho más que una cara bonita.
Aunque muchos parecieron sorprenderse con que el cantante fuera "algo más" que "You´re beautiful" -el hiper radiado single de 2006- el cantante desde siempre ha intentado demostrar que es un interprete más en la línea de Coldplay que digamos de Robbie Williams. Y le resulta, con composiciones que saben manejar el dramatismo y los estribillos intensos que podrán ser pop, predecibles, evidentes, pero no por eso dejan de cumplir su trabajo de emocionar.
Precisamente eso es lo bueno de Blunt: su disciplina para tratar las canciones. Un rasgo, posiblemente heredada de sus años como soldado de la Otán en Kosovo y que se traduce en una correcta voz y una banda que sabe acompañarlo sin jamás hacerle sombra.
La mayor parte del tiempo con una guitarra eléctrica y mezclando las composiciones del Some kind of trouble (2010), All the lost souls (2007) y el multiventas Back to bedlam (2004), James Blunt supo convencer a los oyentes, especialmente a los varones que acompañaban a sus novias que suspiraban por un cantante que -afortunadamente- no fue demasiado demagogo en mostrarse sexy para ellas.
A lo más trató de "bacanes" a los chilenos, lo que motivó suspiros y aplausos. Esto lo logró con composicones como "High", "Same mistake", "1973" y, hacia el final, "Stay the night" que suenan contemporáneas, convincentes y que sonaban muy bien. Y si, tocó "Beautiful", como un profesional: sin que se notara aburrimiento de haberla interpretado centenares de veces por el mundo.