Por estricta geografía,
Alma es el disco más internacional en la carrera de Quique Neira, con estudios de grabación de al menos cinco grandes ciudades identificados en los créditos y una lista de invitados —de los raperos locales Movimiento Original al vocalista y guitarrista del grupo inglés Steel Pulse— llamativa por la diversidad de sus orígenes. Esa producción ambiciosa acompaña un sonido igualmente abarcador, aunque no necesariamente en el buen sentido del término. Antes que encauzar sus muchos recursos para un gran golpe musical acotado, Neira eligió hacer «un poco de todo», disipando su interpretación y su dirección de arreglos en un flujo de fusión de estilos con más amabilidad que carácter.
Está el tema religioso ("Jah love"), el de positividad existencial ("Alma"), el de manifiesto seudofilosófico ("Contra corriente"), el de crítica social ("Tráfico") y el de saludo intercultural ("Rapa Nui reggae"). En ellos hay reggae, claro, pero también hip-hop, salsa, ragamuffin y pop. El puente hacia la balada es un recurso que a Neira se le ha dado especialmente bien, y que aquí vuelve en títulos como "Un poquito de ti", "Amanecer", "Perfect love" (en inglés) y "Llora el amor"; todas ellas canciones románticas levantadas con extremo conservadurismo en letra y música. El tópico de la pareja que se une, se abandona y se vuelve a unir entre promesas manidas, de seguro aburre a muchos cantautores, pero Neira no parece ser uno de ellos.
Donde mejor trabaja el ex Gondwana es en aquellas canciones-crónica a las que busca dotar de una historia característica, como "Yo planto" o "El cantante". Si en la primera Neira intenta levantar un himno amistoso a la cannabis y su cultivo, en la segunda comparte la intimidad del oficio que lo ocupa desde aparentes confesiones autobiográficas poco habituales en sus temas. El resultado es interesante por las imágenes que evoca y por sus atrevimientos salseros, y demuestra que Neira puede ser un productor versátil y, por qué no, hasta un aprendiz de trovador. Sin embargo, es esa misma versatilidad la que lo pierde cuando intenta abarcarlo todo, incluso si para eso tiene que idear el gesto simpático pero innecesario de poner a su sobrino de nueve años a cantar "La jungla" o retrabajar la insufrible "Gotita" de Gloria Benavides junto a una sección de bronces. Para esas trompetas, de seguro había un mejor uso.
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