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Stage whisper

La actriz francesa ya no ve la música como un pasatiempo ligero, sino que vuelve a comprometerse en un disco comandado nada menos que por Beck.

27 de Enero de 2012 | 11:37 |
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No estaba dentro de los planes que Charlotte Gainsbourg se convirtiera alguna vez en una cantautora de tan alto vuelo. Francia la conoció, es cierto, cantando junto a su padre, y a los catorce años ya tenía un disco propio (Charlotte for ever), pero su inquietud juvenil la afirmó más tarde en la actuación, donde se ocupó con rigor y compromiso. Cuando en el 2006 publicó el álbum 5:55 lo hizo como un divertimento paralelo, que no debía distraer su labor en el cine.

Pero acá está que la hija de Serge Gainsbourg y Jane Birkin es ya una cantante de prestigio, a la que alguien como Beck asesora con todo gusto como productor. Stage whisper es una especie de continuación de lo que la dupla trabajó previamente en el aplaudido IRM (2010): presenta temas descartados de esas sesiones de grabación, y les suma grabaciones en vivo de la presentación del disco (incluyendo un cover para "Just like a woman", de Dylan). Es, por eso, un álbum para conocedores, pero no necesariamente árido para un principiante. La primera mitad está dominada por una electrónica enfática y misteriosa, sobre la cual la voz de Charlotte se acomoda a través de efectos de posproducción que ayudan a darle dramatismo, y a la que el pulso entrecortado ("Terrible angels", "Paradisco") pone a punto como excelente preparativo al baile. Más tarde, en canciones como "White telephone" y "Memori", el disco se vuelve más íntimo, pero sin soltar el cuidado por un sonido moderno, limpio, sexy.

En verdad, Stage whisper tiene más que ver con un grupo oscuro como Goldfrapp, que con un proyecto de chanson frágil; y, como tal, merece la atención para abrir el oído de por dónde avanza el nuevo pop francés.

—Marisol García

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