La cantante italiana deleitó a sus fans en el Movistar Arena.
EFESANTIAGO.- Ya es una visita regular en la cartelera capitalina, pero en Laura Pausini no sólo hay razones para la recurrencia y el regreso, sino también para el éxito que en cada ocasión cosecha.
Hoy no fue la excepción. A un par de años de la última vez, la italiana volvió a la Arena Movistar, donde más de nueve mil seguidores (esta vez sí que el término es pertinente) se entregaron a una propuesta técnicamente excepcional.
La batuta en ese aspecto la lleva la propia Pausini, cuya voz no sólo sorprende por su potencia y amplitud, sino también por la calidez de su color y su textura. Con ésta como principal argumento, la cantante se pone al frente una banda de lujo, que maneja los tiempos del rock, el pop, el dance y la balada con singular precisión, pero también con el tino necesario para evitar los excesos (que suelen ser norma en los acompañantes de otros artistas del rubro).
Así, la inclinación power que viste a la entrada con "Bienvenido" y "Yo canto", resulta tan pertinente como los visos de glam rock que recubren a "Escucha atento", o las vetas dance que se imponen en "Con la música en la radio".
"Bastaba", en tanto, es prueba de que esa inclinación puede combinar también con las baladas, sin necesidad de caer en desmadres, que en la italiana son excepcionales. Ahí podrían anotarse el singular headbanging con que se matriculó en "Emergencia de amor", o la extensa pausa electrónica tras "Surrender".
Pero al menos en este último caso la excusa es admisible, ya que mientras un acompañante en rol de DJ intentaba hacer la fiesta sobre el escenario, Pausini ganaba tiempo para regresar desde media cancha con "A simple vista", uno de los temas del disco que motiva esta gira, el reciente Inédito (2011).
La audacia es también muestra de la calidad de anfitriona de la italiana, y de la cercanía e interactividad que persigue con el público, algo que encuentra su punto más alto en el segmento dedicado a sus éxitos de principios de los 90, "Inolvidable", "Amores extraños" y "La soledad". Sobre todo en este último, la compenetración alcanza su nivel máximo, con la totalidad de los asistentes uniéndose en una improvisada versión a capella.
La movida la repetiría sorpresivamente en el final, apareciendo entre los créditos del show, cuando el cierre ya estaba decretado y el público se retiraba.
Una versátil pantalla triple en el fondo, variedad de tiros de cámara para las tomas en vivo, y cierto aire futurista, completaron un espectáculo de altura que se extendió por cerca de dos horas y media, y que si hemos de seguir recibiendo cada dos años, pues bienvenido sea. En este nivel, en verdad que da gusto.