La tristeza tras el glamour. El suspiro luego del flash. La mirada que se pierde por el ventanal del penthouse, hacia la piscina y más allá. Lana del Rey llama a su estética «Hollywood sadcore», y su esperadísimo álbum Born to die intenta demostrarnos que las chicas empinadas sobre plataformas también sufren.
La figura de la millonaria sufriente no es para nada novedosa —decenas de clásicos fílmicos caen en la categoría—, pero es una cuerda atractiva de pulsar cuando se hace desde un asumido personaje, como el que Elizabeth Grant ha construido bajo el nombre Lana del Rey. Su historia de impostura está ahí, en Google, y ella no parece apurada en borrarla («Elizabeth Grant es básicamente una actriz, y Lana del Rey es el personaje que ella ha creado. La falta de autenticidad es precisamente el punto», nos recuerda el diario inglés The Independent). Grant intentó suerte en la música hace dos años bajo su propio nombre, pero las bajas ventas de ese primer álbum (hoy descatalogado) la obligaron a un giro drástico. La estrategia para este nuevo Born to die ha sido inteligentísima: hacer crecer la expectativa a través de dos singles de sonido sugerente y video provocador, e ir mostrando a la cantante de a poquito, como si se tratase de un dato de culto que circula de boca en boca.
Concedámosle a la neoyorquina que "Video games" —piano, arpa, voz taimada— se ganó merecidamente la atención. El resto de Born to die es decepcionante si uno espera encontrarse algo a la altura de lo que han llamado «la nueva Nancy Sinatra» (no está la chispa ni la potencia vocal ni la imbatible melodía de la hija de Frank), pero eficaz como intento de refrescamiento del trip-hop noventero desde una estética femenina y pop (si hubiese que ilustrarlo con ejemplos, digamos que este disco es mucho más Fiona Apple que Portishead). Ocho productores convocados cuidan un sonido limpio, fluido, lleno de pistas sobremontadas que aportan a la sensación de misterio que se busca sugerir. Pero tras ese bello decorado hay poco más. Lana del Rey ya es una figura, qué duda cabe, pero aún le falta mucho para ser una estrella.
—Marisol García