El argentino incluyó homenajes a Luis Alberto Spinetta y Mercedes Sosa en su show.
Mario DávilaVIÑA DEL MAR.- Al Festival de Viña del Mar siempre le ha costado sacudirse el año de descanso y comenzar a encender motores. En las últimas ediciones lo han vivido incluso artistas tan populares como Miguel Bosé y La Oreja de Van Gogh. Y si pasó con ellos, estaba prácticamente escrito que sería así también con Diego Torres.
En una noche hegemonizada por las fans de Luis Miguel —en rigor, hegemonizada por el mexicano, cuyos absurdos caprichos gobernaron desde los accesos en adelante—, el argentino tuvo evidentes dificultades para conectar con el público, que siempre pareció más entregado al paso del tiempo que al show del hombre de "Color esperanza".
Así se notó desde el aplauso tibio que logró con "Esto es lo que soy" y "No alcanzan las flores", los temas con que Torres abrió la noche, y que no sólo dieron cuenta de la situación que en adelante se viviría, sino que además permitieron ver quién es actualmente el argentino.
Porque si bien es evidente que el público vino mayoritariamente a ver al encargado de cerrar la noche, también es claro que Torres giró hacia un bienintencionado cantante de aspiraciones globales, carente de cualquier atisbo de malicia que facilite la conexión con públicos tan promedio como el de la Quinta Vergara.
Del hippie ABC1 que vino en los 90 y el galán latino que regresó en los 2000, hoy poco y nada queda. La fórmula actual de Torres es 100% libre de colesterol. Saludable, claro está, pero también menos atractiva.
Por lo mismo, el vuelo que Rafael Araneda y Eva Gómez trataron de darle cuando apenas llevaba interpretadas seis canciones no surtió efecto alguno. La Antorcha de Plata sólo llegó avanzado el show, tras la segunda interpretación de la pegajosa "Guapa".
Recién entonces la presentación de Torres pudo levantar definitivo vuelo, impulsada por éxitos como "Sueños" y "Color esperanza", que terminaron cerrando la cosecha de trofeos con una Antorcha de Oro. A todas luces ello ya constituía un triunfo, que el argentino torpemente puso en riesgo, mediante innecesarias interacciones antes de cerrar con el tango "Nostalgias".
La lápida la puso la propia Eva Gómez, quien anunció para el regreso al "más esperado de la noche, Luis Miguel", con el mismo Diego Torres a su lado.
El resumen para el cantante puede arrojar que se encuentra en un excelente momento interpretativo, que posee un puñado de hits, que invitó a Mala Rodríguez —de paso absolutamente intrascendente—, y que contó con una muy prolija banda, incluida una excepcional cantante —es injusto llamarla corista—.
Pero cuando la oferta no se hace en el momento ni ante el público adecuado, poco queda por hacer. Quizá Torres terminó por entenderlo: Ya en comerciales, y aún en el escenario, tomó sus trofeos, hizo una reverencia, sonrió y se fue.