Luis Miguel sólo hizo una exigencia a los animadores en la Quinta: Sólo permitió una interrupción, en la que debían entregarse todos los trofeos. Y así fue.
José AlvújarVIÑA DEL MAR.- Tal como ha estado desde la noche del martes permanece Luis Miguel a esta hora: Encerrado en la suite presidencial del Hotel del Mar, sin dejar el recinto ni para visitar otros puntos de la región ni para irse definitivamente del país.
Tan impredecible como desde su arribo es el itinerario actual del ganador de la inédita Gaviota de Platino, quien ha llamado la atención en el entorno del Festival por sus caprichos, excentricidades y marcados recelos en materia de seguridad.
Pero tras su show en el Festival, el mexicano se tomó las cosas con calma, y optó por continuar en la ciudad antes que abordar inmediatamente su jet, como se tenía contemplado.
Ese ambiente no se vivió en la Quinta Vergara, donde la planificación fue estricta, y sin espacio para ripio alguno. Lo vivó su sonidista personal, aunque desde el entorno del Festival aseguran que tiene que ver netamente con sus asistentes: El astro viaja con personal propio, y es en la zona de monitoreo donde se desataron sus evidentes molestias, que incluso elevaron el hashtag #fuerzasonidista a la categoría de Trending Topic en Twitter.
De la severidad de las normas del mexicano también supieron los animadores, aunque con algo más de flexibilidad: Si en otras ocasiones el "Rey Sol" ha llegado a solicitar que no lo toquen ni lo miren demasiado, esta vez la única petición fue no interrumpir su show más que una vez, tras la penúltima canción.
Por ello, Rafael Araneda y Eva Gómez entregaron al mexicano el paquete con Gaviota de Plata, Oro, Platino y llaves de la ciudad, de una sola vez, antes de que el cantante cerrara su show con "Labios de Miel".
Tras la presentación, el mexicano tardó sólo un par de minutos en subir a su vehículo, celosamente rodeado con paneles negros.