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Un crecido Luis Fonsi vuelve a conquistar Viña en otra noche de romance

Mostrando sus propios argumentos dentro del mundo romántico, el puertorriqueño timbró una nueva postal de éxito en el Festival, de donde se va con la galería a sus pies y el stock completo de trofeos.

26 de Febrero de 2012 | 23:59 | Por Sebastián Cerda, enviado especial a Viña del Mar
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El puertorriqueño se animó con pasos de baile y acudió al escenario secundario, donde redobló su arraigo en el público.

José Alvújar

VIÑA DEL MAR.- Si en 2009 Luis Fonsi arribó a Viña del Mar como el pujante hermano menor en la extensa familia de la balada pop latina, en 2012 la escena ya puede ser otra. En su tercera visita al Festival, el puertorriqueño mostró sus avances y las características que empiezan a distiguirlo del resto de su homogénea parentela.

De la mano de su disco Tierra firme —de hecho, la pantalla de fondo dejó bien en claro que lo de hoy fue una estación más en el tour promocional de ese trabajo—, Fonsi desplegó un show en que el borde rockero está cada vez más definido, y tiñe tanto a sus piezas más románticas como a las más bailables.

Cuidadoso en los arreglos y en la ejecución de su firme banda de ocho integrantes, el cantante además comienza a dotar su espectáculo de un sentido más integral, revitalizando el rol de sus bailarines y desplegando algún que otro recurso para que la foto sea más atractiva.

Así lo aclaró desde el inicio con el energético pop "Me gustas tú", en que el puertorriqueño se animó con algunos pasos y se entregó a un juego visual levantado a partir de focos móviles.

En temas como "Nada es para siempre" y "Llueve por dentro", en tanto, sus propios argumentos relucen en el aumento de la intensidad eléctrica y el pulso firme de la batería, que incluso contagian a sus baladas clásicas "Quién te dijo eso" e "Imagíname sin ti", esta última con algunas cuotas de R&B.

Pero no hay que olvidar que seguimos hablando de un cantante romántico, de un ídolo latino que basa su éxito en letras sufridas y en su innegable habilidad para dar con líneas melódicas recordables y adherentes.

Y eso, al final de cuentas, no se traduce en otra cosa que en estándares y clichés, que Luis Fonsi exhibe a chorros, y más en escenarios como éste. Así, a la sensación de distintas caras de una misma moneda que generan sus baladas, se suman abundantes frases hechas, de ésas que prenden con agua en la galería.

"Si supieran lo que estoy sintiendo ahora mismo, es difícil ponerlo en palabras", dice de entrada, para luego especificar aludiendo al escenario en el que está parado: "Éste no es un show más. Esto es Viña del Mar, no saben lo importante que es para mí".

La exposición de su supuesta entrega ("vamos a hacer lo que ustedes digan") y el anuncio velado de un siguiente éxito ("vamos a respirar juntos") completan el menú verbal, mientras besos al escenario y un arriesgado tránsito por la platea se anotan en el plano escénico de este apartado.

Y como esto es Viña, la respuesta es absoluta: Coros generosos y multitudinarios, chillidos por montones, reacción instantánea a todos los estímulos, peticiones de regreso largas y bulliciosas, y recompensa material en antorchas y gaviotas de plata y oro. Es que cuando los ingredientes de la ecuación son cantantes como Luis Fonsi y nuestro romántico Monstruo, simplemente no hay otro final posible.

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