El español celebra la obtención de la Gaviota de Oro, que el jurado en pleno sobre el escenario pidió para él, en una de las postales más llamativas de Viña 2012.
Luciano RiquelmeVIÑA DEL MAR.- En este escenario de ritmo frenético donde los divos imponen sus términos, la televisión tiene que avanzar al siguiente bloque, los contratos definen los tiempos, y las disputas por el rating se filtran en sorpresivos giros en la programación, a veces se hace necesario un respiro.
Eso es lo que esta noche trajo consigo José Luis Perales, un artista con una propuesta que representa una verdadera isla en el menú festivalero: Clásica, íntima, familiar, y portadora de esa calma acogedora y sabia que el español refleja de solo mirarlo.
Con el tiempo justo para mostrar lo más popular de un repertorio tan extenso como sus décadas de trayectoria, el cantautor optó por transgeneracionales clásicos románticos, tanto en claves pop como baladas.
La apertura fue en el primer apartado, con una versión de "Me llamas" recubierta de toda la energía que de Perales se podría esperar (es decir, nunca demasiada), y que incluso se tornó eléctrica en "Canción de otoño".
Mientras, en las íntimas "Quisiera decir tu nombre", "Sí" y "El amor", el piano lideró una orquestación elegante y compleja, mientras el coro se hizo cada vez más intenso desde el público.
"No sabía que quedaba para mí tanto recuerdo, tanto cariño, después de tantos años", dijo el presidente del jurado tras recibir sus antorchas, pero él mismo se encargó de refrendarlo de inmediato, con ese clásico mayúsculo que es "Y cómo es él".
El tema fue coreado por la Quinta Vergara completa, con sus jóvenes y sus viejos, que luego premiaron al artista con otra Gaviota de Plata para su colección y con el mismo galardón en oro, exigido ahora por el jurado en pleno sobre el escenario.
La llamativa postal, para el recuerdo de esta edición de Viña, refleja el carácter magistral del que Perales goza en su rubro. Para el público, en tanto, las canciones del español demostraron ser una presencia más en sus álbumes familiares, enquistadas en la intimidad de generaciones. Y si de gaviotas son muchísimos los que pueden hablar, esto último lo pueden decir muy pocos.