Si entrar al mundo discográfico tras haber ganado un concurso de talentos no parece tarea fácil, en el caso de Camila Silva debe serlo aun menos. La joven de San Pedro de la Paz se impuso en la primera versión de "Talento Chileno" no sólo por cantar bien, sino además por los cuerpos de ventaja que supone esa condición en una adolescente de 16 años, de aspecto tímido y provinciano, y que además cuenta con un pequeño stock de composiciones propias (independiente de la calidad de éstas). Para jurados conmovibles y no especializados, un mix infalible.
Sin embargo, fuera de la burbuja televisiva las varas son otras, y bajo esa medida la respuesta de Silva cambia. Porque si en pantalla basta con exaltar aspectos emotivos tras cumplir con un mínimo de parámetros formales (ser afinado), en un álbum los cinco minutos deben extenderse a doce cortes, y si los argumentos son pocos el traspié arriesga ser grande.
A esa disyuntiva se enfrenta Silva, que en su homónimo disco debut ofrece un tránsito irregular entre piezas esperanzadoras y entregas que no sobrepasan el nivel de aficionado. Los recursos son básicamente los mismos a lo largo del trabajo: Una lírica adolescente y concreta, y una vocalización accidentada y moldeable, con trucos interpretativos que aluden a los implementados por voces como Liz Fraser (Cocteau Twins), Dolores O'Riordan (The Cranberries), Tori Amos y la chilena Daniela Rivera (Sien). Así, el canto de Silva puede pasar de la intensidad al susurro, sin temor a los cortes abruptos y al tránsito quebradizo.
Ambas condiciones encuentran su mejor forma en piezas otoñales como "Sigo contigo" y "Al fin te encontré", o en la luminosidad de "Último día". Pero si en este último caso la simpleza y falta de pretensiones son la llave a un tema directo (anclado en una premisa tan universal como "me gusta estar contigo"), en el resto del disco la debilidad no deviene en fortaleza, y las canciones no logran pasar del arranque. Así, los arreglos altisonantes y los zigzagueos de la intérprete ya no pueden hacer nada por ocultar estructuras planas, inscritas dentro de márgenes sumamente estrechos.
El ejemplo más claro está en el ensamblaje tosco de "Galaxia", donde recursos "agradables" como coros oníricos y fantasmales, junto a líneas desplegadas como velos de seda al viento, navegan sin destino alguno en el conjunto. Bajo otros colores, lo mismo ocurre en "Estrella con travesía" y "Esta noche", dos piezas de inspiración pop-punk que tienen como meta el influjo débil y plástico de artistas como Avril Lavigne (influencia además presente en el cover de "Goodbye"), pero que así y todo se quedan a medio camino. La última, incluso, con caricaturescos arranques de chica mala y vocabulario juvenil —"voy a carretear", "esta noche me voy a descontrolar", "esta noche me va a apañar"—, además de clichés estéticos como el vocoder.
Las canciones, de este modo, dejan el sabor de aquellas que surgen más de la necesidad de hacer un disco que de un verdadero impulso creativo, pero es posible que nada de eso preocupe hoy. Por ahora, puede que las canciones de Camila Silva resulten funcionales a una apuesta que sólo pretende impacto certero en tiempo acotado. Sin embargo, resultan absolutamente inviables en una artista que se proyecte como tal.
—Sebastián Cerda