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Sergio Járlaz

El ganador de "Factor X", quien carga con esa cruz tallada por Paul Potts y Susan Boyle para los del género, se conforma con lo mínimo en su debut: Un disco que, más que proponer, busca capitalizar la fama que le dejó su triunfo televisivo.

09 de Marzo de 2012 | 08:56 |
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La caricatura de una madre o abuela elogiando a un artista porque canta "tan bonito", cobra nueva vida en Sergio Járlaz, ganador de la primera temporada de "Factor X" y debutante discográfico con un álbum homónimo. Porque en este trabajo por supuesto que queda claro que el estudiante de canto lírico interpreta con una técnica superior a la media, que le permite llegar donde buena parte del plantel popular simplemente no puede.

El problema es que la preponderancia de ese factor barre con aspectos inefables como la pasión, la tensión, y todo aquello que no es de dominio neto de la academia, sino de artistas que portan la chispa que les permite dejar parte de sí en su obra. No parece ser el caso de Járlaz, y la sola lectura del tracklist lo anticipa: Su disco debut está compuesto íntegramente por covers de baladistas de los 70 y 80. Esa conformación no debería ser impedimento para dar con un trabajo sentido y propositivo (si no, que lo digan Los Bunkers), pero cuando las versiones de viejos temas no son más que el vehículo para un arribo a las tiendas tan rápido como sea posible, dicha opción se reduce prácticamente a cero (si no, que lo diga María Jimena Pereyra).

En este caso, y tal como en decenas de antecedentes, una vez más son los estereotipos los que priman en los arreglos, hasta dar con versiones en las que el revestimiento "contemporáneo" parece arrojado sobre cada pieza, lo que sumado al canto quirúrgico de Járlaz termina simplemente por desnaturalizarlas. Así se nota desde la entrada con "Porque yo te amo" (Sandro), y en temas tan recordados como "Quiéreme tal como soy" (Sergio Fachelli), "Caruso" (Lucio Dalla) y "Sábado por la noche" (Claudio Baglioni). Todas son canciones que encierran cierto carácter clásico, y que suponen mayor exigencia y dramatismo. Por lo mismo, se acomodan bien a la garganta del intérprete, pero sólo eso. Porque de la pasión, el sentimentalismo y la intensidad de las piezas originales, ni hablar.

Los tiempos han cambiado en el mundo discográfico, vaya novedad. Sin embargo, hay fórmulas que con pequeños ajustes parecen mantenerse. Si en los 80 eran los "galanes" de teleseries los que solían dar el salto a una prefabricada carrera musical —desde Carlos Mata a Roberto Vánder—, hoy ese lugar perfectamente pueden ocuparlo los ganadores de programas de talentos. La cara bonita pudo haber sido reemplazada por argumentos que en el papel son más defendibles, pero si el objetivo mayor sigue siendo sólo la capitalización de la popularidad, entonces la linda voz y la historia de sacrificio no serán más que equivalentes a la superficialidad del rostro agradable y famoso. El protagonista de turno tiene entonces el desafío de demostrar lo contrario, pero Járlaz, en este caso, mantuvo el relato intacto.

Sebastián Cerda

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